El día que entiendan un chiste, dice investigadores israelíes…
Los proyectos de inteligencia artificial creados por IBM han logrado grandes éxitos en el ajedrez y en juegos como “¡Jeopardy!“.
Pero su último intento, el “Proyecto Debater“, es un desafío más difícil porque se basa en el lenguaje y apunta a ganar discusiones estructuradas entabladas con gente real. El investigador principal del proyecto es el israelí Noam Slonim, un ex guionista de comedias. Haciendo honor a su antigua profesión, Slonim puso humor en la programación, pensando que un chiste ocasional podría ayudar en un debate.
Pero fue contraproducente: durante las pruebas iniciales, el sistema hizo bromas en el momento equivocado o de manera incorrecta. Como resultado, el Proyecto Debater se limita ahora a un solo y modesto intento humorístico por debate. Alexa y Siri, por su parte, pueden contar chistes extraídos de una base de datos de humor, pero no los captan. El humor es lo que hace que los seres humanos sean especiales. Cuando las personas intentan enseñar a las máquinas lo que es divertido, los resultados son a veces risibles pero no de la forma prevista. La inteligencia artificial nunca conseguirá hacer ni entender chistes como hacen los humanos, piensan muchos lingüistas computacionales: simplemente, no tienen necesidad del humor. Y no tienen idea del contexto. El lenguaje creativo, y el humor en particular, se basa en el conocimiento del mundo real, del que carece una computadora: solo sabe lo que le dices y lo que puede concluir de eso que le dices. Además, el aprendizaje con computadora busca patrones, mientras que la comedia se nutre de acercarse y desviarse constantemente de esos patrones. Algunas computadoras pueden generar y comprender los juegos de palabras, el humor más básico, sin la ayuda humana, ya que se basan en diferentes significados de palabras que suenan similares: en los juegos de palabras hay algo matemático que las computadoras pueden comprender. Pero hasta ahí llegan. Para Slonim, por su parte, el humor de calidad se basa en los matices y en el timing, muy difíciles de descifrar por un sistema automático: todavía hay una brecha muy significativa entre lo que pueden hacer las máquinas y lo que hacen los humanos, tanto en lo que respecta al lenguaje como al humor. Es por eso que el humor puede ser clave en las futuras pruebas de Turing, que consisten en ver si un evaluador independiente puede saber si está interactuando con una persona o computadora. ¿Salvarán los chistes al mundo? ¡Sigmund Freud no podría estar más de acuerdo!