Un relato en primera persona de Colonia Avigdor, la de los “gauchos judíos” alemanes en Entre Ríos, Argentina
En el siglo 19 vivía el Barón Hirsch, hombre de gran fortuna y benefactor de necesitados, que tuvo una visión casi única en el mundo.
Sus hermanos judíos de Polonia, Rusia y distintos países europeos, eran constantemente perseguidos, sufrían progromos, antisemitismo y malos tratos.
Los judíos eran un pueblo sin patria, ya que Eretz Israel se encontraba ocupada y sin esperanzas de recuperación.
Por estos motivos. El mencionado Barón tuvo la brillante idea de adquirir terrenos silvestres en la Republica Argentina y en las sierras del Brasil. Fue a fines del siglo 19, más o menos en las décadas de 1880 y 1890.
En la Argentina fundó la primer Colonia en la localidad de Palacios, que después se denominó Colonia en la Provincia de Santa Fe.
Luego fundó más colonias, en La Pampa, Buenos Aires, Río Negro, etc., pero la mayoría fueron en Entre Ríos.
Hasta el ano 1933 los judíos de Alemania gozaban de una absoluta integración. Esta situación cambió abruptamente con la toma del poder del dictador Hitler, quien ya tenía planeada la exterminación del pueblo judío.
La I.C.A., nombre de la institución que administraba el legado del Barón Hirsch en las colonias judías, se ocupó de informar por medio de todas la asociaciones judías en Alemania, la posibilidad de poder emigrar a la Argentina para trabajar como colonos en el campo.
Los casos más necesitados de emigrar llegaron en 1936. A cada familia Ie fue otorgado un campo de 75 hectáreas, con una vivienda de ladrillo con techo de chapa con un pozo para utilizar como W.C. que estaba situado a 20 metros de la vivienda.
Les fueron entregados algunos animales, vacas, caballos y gallinas, y un carro.
Había una bomba para extraer agua y otras cosas, las más indispensables para empezar.
Por unos meses les fue otorgado un pequeño crédito, para poder subsistir hasta las primeras cosechas y sus primeros pequeños ingresos. Nada era tan importante, lo importante era salvar las vidas.
Mi familia y yo llegamos en el ano 1937, yo aun no tenia los 14 años cumplidos y debíamos trabajar a la par de los hombres, pues la tierra era virgen, y la mayoría de los campos eran monte.
El centro de la Colonia tenia una Cooperativa, un almacén de campo, una lechería y una carnicería donde faenaba un shojet kosher.
También había un salón (galpón de chapa y piso cementado) para reuniones sociales, bailes y reuniones para discutir programas de mejoras.
También una sinagoga que fue instalada con su propio Arçon Ha-Kodesh por algunos colonos. Otros trajeron un séfer torá que pudieron salvar.
Siempre había personas con suficientes conocimientos como para poder realizar los servicios, los casamientos, y los Bar Mitzvot.
Entre otros y durante mucho tiempo estaba el matrimonio del Dr. Riegner y sus esposa Loni, integrantes del grupo Riegner, y que aportaron mucha cultura a los colonos.
En general había un alto grado de cultura, se formó una orquesta, y un grupo de teatro, que llego a ser tan famoso que por pedido especial vino a actuar a Buenos Aires.
Lo lamentable fue que 75 hectáreas no eran suficientes para mantener una familia. Por tal motivo, uno por uno lentamente se vinieron a Buenos Aires, para trabajar aquí y ayudar de este modo a la familia.
Poco a poco la colonia fue abandonada, ahora quedan algunos pocos colonos o sus descendientes, y algunos fueron a radicarse a IsraeI.
Entre ellos el Dr.Neumeyer, ex juez de la suprema corte de Bavaria y el Dr. Mendelsohn, pediatra muy famoso en la Ciudad de Berlin
En nuestro viaje tuvimos la oportunidad de visitar a algunos de ellos.
Les puedo asegurar que, a pesar de que nos faltaban muchas cosas y teníamos muchas dificultades de toda índole, fuimos felices y tenemos buenos y lindos recuerdos de aquellos tiempos y agradecemos infinitamente a Dios habernos salvado de algo peor.
Por Margot Oppenheimer