El 27 de julio de 1920, nace la abogada y activista feminista franco-tunecina Gisèle Halimi
El nombre de nacimiento de Halimi era Zeiza Gisele Elise Taïeb. Nació en La Goulette, el principal puerto de Túnez en el seno de una modesta familia judía. Su madre, Fortunée Metoudi, era sefaradí, y su padre, Édouard Taïeb, judeo-bereber.
Halimi dio tempranas muestras de su carácter al rebelarse en el seno familiar contra la obligación impuesta a las niñas de servir a los hombres en la mesa, incluidos sus hermanos, y contra la de ocuparse de las tareas del hogar de las que sus hermanos estaban exentos.
A los trece años se declaró en huelga de hambre para no tener que hacer más la cama de su hermano. Después de tres días, sus padres cedieron, y ella escribió en su diario en ese momento: “Hoy gané mi primer pedacito de libertad”.
También hizo huelga de hambre a los diez años, para defender su derecho a la lectura y logra buenos resultados escolares, a diferencia de sus hermanos. La indiferencia al respecto dentro de su familia fue un factor más que se sumó a su indignación.
Según Le Maitron (el clásico conjunto de biografías del movimiento obrero francés), el racismo y el antisemitismo que experimentó en su infancia explican el grado de su compromiso con la descolonización, mientras que la militancia de un tío paterno en el Partido Comunista de Túnez tuvo un papel importante en su entrada en el activismo político.
Entre todos sus escritos, quizás sea “La Kahina” la que mejor exprese las complejidades de su historia e identidad.
Tiene como protagonista a la gran reina judía bereber que nucleó bajo su mando a las tribus bereberes que resistían a la invasión árabe, desde entonces uno de los grandes símbolos de la identidad bereber y su resistencia de siglos contra los intentos colonialistas de borramiento de su cultura, tradiciones e historia, por los árabes primero, y por los occidentales después. Para Gisèle Halimi, la Kahina es una heroína judía semejante a Deborah o Judith (como ella, se supone que le cortó la cabeza al líder enemigo que tiranizó a su pueblo) al mismo tiempo que bereber, apegada a la tierra que la vio nacer, rebelde contra cualquier potencia y ocupación extranjera.
Y fue una mujer orgullosa, libre y segura de sus convicciones. La Kahina es emblemática tanto de los pueblos que luchan por su independencia como de las mujeres que bregan por su emancipación y sus derechos.
La Kahina es para Halimi símbolo de una pertenencia y una cultura múltiples, una pluralidad de identidades entre las cuales la elección es difícil, si no imposible (o en realidad innecesaria).
Este libro de Halimi no es por lo tanto una simple novela histórica sino, y no demasiado en el fondo, una metáfora de su vida y sus batallas.