Suena un poco trotskista, pero…
Franz Rosenzweig, el gran filósofo judío, dijo “el shabat es una revolución mundial” (o, quizás, más bien una “revolución permanente”).
A un pensamiento lineal podría resultarle extraño llamar revolucionario al shabat, ya que nada parecería menos “revolucionario” que una idea de hace tres mil años.
Pero incluso si la observancia del shabat en nuestro tiempo no es revolucionarias, sus principios son, de hecho, subversivos.
Hay algo subversivo en apartarse voluntariamente de las preocupaciones mundanas, de la obligación de productividad constante, de estar conectados las 24 horas, del estar modificando constantemente la Naturaleza. O de empujar -consciente o inconscientemente- a que otros lo hagan.
El shabat es una oportunidad de elegir no participar en ese mundo, incluso si eso significa pasar la noche de shabat bebiendo vino con quien amas, leer un cuento a tu hijo o, simplemente, amigarte contigo mismo y hasta disfrutar de la soledad.
Para algunas personas, es casi incomprensible pasar el viernes a la noche y el sábado de esa manera. Pero al observar consistentemente -cada quien a su manera singular- el shabat, se puede sentir una “intuición de la eternidad”, como la llamaba Heschel.
Para algun@s, se trata de una experiencia con ribetes mágicos o místicos. Para otr@s, de la oportunidad de “bajar un cambio”, descansar en cuerpo y alma, y apreciar la bendición del tiempo en sí mismo. O, quizás, para tener al menos una ocasión en la semana para cenar todos juntos en familia, para que cada uno pueda contar lo que le ocurrió en la semana, las dificultades que enfrentaron y las oportunidades que se les cruzaron en el camino.
Quien tenga familia sabrá que lo de “cenar en familia” muchas veces es más fácil decirlo que hacerlo. Pero si creamos las condiciones, y nos atenemos a ellas, eventualmente, en algún momento entre la sopa y el postre, cuando todo el mundo se ha descargado lo suficiente como para darse cuenta de que el objetivo es estar juntos al menos durante este momento de la semana, el alivio y la relajación comenzarán a predominar, y la experiencia trascendente del shabat al fin se instalará.
Y en todos los casos, para crear un espacio en nuestra vida para observar el shabat -una isla de paz- tenemos que lograr cierto sentido de los límites: puede ser muy difícil crear esa isla, especialmente si estamos muy ocupados toda la semana.
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