Un retrete de 2700 años de antigüedad muestra la intimidad intestinal de los habitantes de la Jerusalem bíblica…
Un inodoro de 2700 años de antigüedad descubierto en Jerusalén revela que sus propietarios eran ricos pero sufrían de una variedad de parásitos intestinales que les amargaban la vida, dijeron los arqueólogos israelíes que lo descubrieron.
Los huevos de gusanos, identificados en muestras de sedimentos tomadas del pozo negro debajo del inodoro de piedra, pertenecían a cuatro tipos diferentes de parásitos intestinales: ascáride, tenia, tricocéfalo y oxiuro. Esos parásitos causan síntomas como dolor abdominal, náuseas, diarrea y picazón.
Algunos de ellos son especialmente peligrosos para los niños y pueden provocar desnutrición, retrasos en el desarrollo, daños en el sistema nervioso y, en casos extremos, incluso la muerte.
El pozo, que se encontró en una antigua residencia jerosolimitana, estaba cubierto con una losa cuadrada de piedra caliza con un agujero en el centro: o sea, un inodoro.
El retrete de piedra se encontraba en el jardín de una magnífica propiedad privada descubierta en el Paseo Armon Hanatziv en Jerusalén, en donde sus habitantes podían disfrutar de una vista panorámica de la Ciudad de David y el Monte del Templo, durante lo que fue la mitad del período del Primer Templo.
El jardín también contenía árboles frutales y ornamentales, y la presencia de un baño en la villa indicaba que los propietarios eran lo suficientemente ricos como para permitirse ese lujo.
Las instalaciones sanitarias eran extremadamente raras en ese periodo y eran un símbolo de estatus: un lujo que solo los ricos y los de alto rango podían permitirse.
Varios siglos después, el Talmud todavía dice: “¿Quién es rico?… el rabino Iosef dice: cualquiera que tenga un baño cerca de su mesa” (Talmud Bavli, Shabat 25:2).
Los arqueólogos de la Autoridad de Antigüedades de Israel fecharon la villa a finales de la Edad del Hierro Tardía, en el siglo VII aec. a.
Además del inodoro, los arqueólogos también encontraron artefactos de piedra de “elaboración extraordinaria” que incluían capiteles de piedra decorados “de una cantidad y calidad hasta ahora no encontrada en Israel”, dijo un comunicado de la AAI..
La investigación se publicó en la reciente edición del “International Journal of Paleopathology”, la revista oficial de la “Asociación de paleopatología”.
Los investigadores piensan que los parásitos se propagaron debido a las malas condiciones sanitarias, que pueden haber causado contaminación fecal de los alimentos y del agua potable, y/o simplemente por no lavarse las manos.
Otra posible fuente de infección podría haber sido el uso de heces humanas para fertilizar los cultivos en los campos y el consumo de carne mal cocida.
Sin tratamiento era casi imposible la curación de la parasitosis, que se volvía una aflicción de por vida para los afectados. Los descubrimientos en la residencia de Jerusalem sugieren que afectaban a toda la población, de manera similar a los piojos y los oxiuros en los jardines de infantes de hoy en día.
Los parásitos todavía existen en la actualidad, pero la medicina moderna ofrece diagnósticos y tratamientos efectivos para evitar que se propaguen en forma de epidemia. El estudio israelí se inscribe en un nuevo campo de investigación llamado arqueoparasitología, que utiliza los restos microscópicos de huevos de gusanos intestinales para comprender la historia de enfermedades y epidemias, así como vida cotidiana de las personas en la antigüedad.