Introducción
La diferencia principal entre la astrología de la Cabalá (la milenaria tradición mística judía) y la astrología convencional es el calendario en que se referencian. Mientras esta última se basa en el calendario solar o gregoriano, la astrología cabalística utiliza el calendario hebreo, que tiene en cuenta las posiciones del sol y de la luna.
La Kabala postula la existencia de 11 esferas (sefirot) que gobiernan el devenir del Universo: Maljut, Yesod, Netzaj, Hod, Tiferet, Guevurá, Jesed, Biná, Jojma y Keter. La onceava esfera es invisible y se llama Daat. Hay un ángel guardián que gobierna sobre cada una de las 10 esferas, y ambos afectan las vidas de los seres humanos junto con la posición de los astros en el momento de su nacimiento (‘Mazal”, equivalente a los ‘signos’ en el zodiaco convencional)..
El árbol de la vida está destinado a representar este complejo sistema de influencias. Lo que intentamos ver a través de él, es la constitución y transformación continua del alma de una persona.
Pero nada de esto tiene el poder de terminar nuestro destino y devenir. Junto con la posición astral, se tratan más bien de “señales” que nos indican un rumbo y un curso de acción, a tomar o a evitar.
Cada mes tenemos la capacidad de tomar el control de las influencias astrológicas particulares de ese lapso, a través de la activación de nuestro libre albedrio. Este es, en última instancia, el que tendrá la última palabra a la hora de determinar cuáles serán las consecuencias de las influencias astrales y sefiróticas sobre nosotros.