El 11 de mayo de 1944, fallece Florine Stettheimer, pintora, poeta y activista feminista estadounidense
A principios del siglo XX, Florine Stettheimer era un paradigma iconoclasta, pero el alcance de su talento solo fue reconocido luego de su muerte.
Nacida en una familia judía adinerada en Rochester, Nueva York, Stettheimer se mudó cuando era niña a Manhattan, donde la familia se integró al círculo social de familias como los Seligman, Morgenthau, Guggenheim y Warburg.
Su padre, Joseph Stettheimer, hizo su fortuna en la banca y abandonó a la familia tempranamente. Pero su madre, Rosetta Walter Stettheimer, tenía un importante patrimonio propio, que le permitió a ella y a sus hijos llevar una vida cómoda y privilegiada.
Después de que su padre los abandonara, los tres hijos menores: Carrie, Florine y Ettie permanecieron junto a su madre, viajando entre Estados Unidos yEuropa, donde Stettheimer recibió gran parte de su educación. Eso duraría hasta la muerte de su madre, en 1935.
Fue en Europa donde se encontró con los pintores simbolistas y poetas, y se admiró antes los “Ballets Russes”. Todas esas experiencias influyeron profundamente en su arte, que podía contener elementos tanto dramáticos como surrealistas.
Con el estallido de la Primera Guerra Mundial, y a los 43 años, zarpó con su familia de regreso a la ciudad de Nueva York.
Dos años después, en 1916, debutó en la escena artística de Nueva York con una exposición individual en la prestigiosa Galería Knoedler.
Los resultados fueron decepcionantes: las críticas fueron como mucho tibias, y no vendió ningún cuadro.
Por ello, Stettheimer, sus hermanas y su madre probaron una nueva táctica, como anfitrionas de un salón de élite. En una noche cualquiera, podía verse a gente como Alfred Stieglitz, Georgia O’Keeffe, Elie Nadelman o Gaston Lachaise bebiendo cócteles hasta altas horas de la madrugada.
Las legendarias fiestas celebradas dentro de los departamentos de Stettheimer en el edificio Beaux-Arts con vista a Bryant Park le permitió dar a conocer sus nuevos trabajos.
En 1918, Stettheimer ya había encontrado su visión y voz, ejemplificada en la pintura “Picnic en Bedford Hills”. Como en tantas de sus obras, retrató a las personas más cercanas a ella: su familia y amigos, además de ella misma.
Este cuadro, su hermana Carrie y su buen amigo Marcel Duchamp están haciendo un picnic, mientras que el escultor Elie Nadelman está recostado cerca de su hermana Ettie. La pintura es una síntesis de arte popular e ilustración de moda Art Deco.
En su trabajo, no faltan los matices políticos: en “1920 Asbury Park South” muestra a bañistas blancos y negros en la playa de New Jersey pese a que Asbury Park era, de hecho, una playa segregada.
Y su “Venta de primavera de 1921 en Bendel’s” dejaba ver una crítica a la ola de consumismo que se apoderó del país después de la Primera Guerra Mundial.
Esa capacidad de Stettheimer para pintar de forma satírica y caricatural es considerada por los especialistas casi incomparable en el Estados Unidos del siglo XX.
Además, Stettheimer estaba tan dotada para la pluma como para el pincel, aunque durante su vida solo sus amigos y familiares lo sabían.
La escritura tenía para ella una utilidad no sólo creativa sino también terapéutica: cada vez que tenía un problema, escribía un poema sobre él como intento de resolverlo.
Escribió sobre la naturaleza, la comida, la gente, su medio social y la evolución del paisaje urbano que la rodeaba.
Su poema “Then Back to New York” ilustra así ese mundo en plena transformación:
“Las torres del cielo comenzaron a crecer, las entradas de las casas a desaparecer, y la vida se volvió muy diferente“.