¿Cuántos jugadores de béisbol existieron que hablaran una docena de idiomas, tuvieran dos títulos de grandes universidades y hayan sido superespías en tiempos de guerra?
Moe Berg era un típico jovencito judío neoyorkino, pero pronto todo dejó de ser típico en su vida: se graduó en la Universidad de Princeton y la Facultad de Derecho de Columbia, se volvió beisbolista profesional, fue un James Bond real -tan magnético para las mujeres como el de ficción- en Europa y Japón en tiempos de guerra, y terminó enterrado en Israel en 1972.
En el medio, se hizo tiempo para causar sensación nacional al responder preguntas sobre todo -desde astronomía hasta mitología- en “Information, Please”, un el exitoso programa de preguntas y respuestas de la época de la Depresión. Berg nació en Harlem en 1902, hijo de inmigrantes judíos incómodos tanto con el judaísmo como con el béisbol. Su padre nunca fue a verlo jugar, ni en la universidad ni como profesional.
En Princeton, donde brilló como beisbolista, fue invitado a unirse a uno de los prestigiosos “dining clubs” de la universidad, que para ello decidió flexibilizar sus normas antisemitas. Ante la condición de que no invitara a ningún otro judío, Berg rechazó la invitación. El anuario de Princeton señaló, debajo de su foto: “Es un hebreo”.
Berga leía cualquier periódico cayera en sus manos, en cualquier idioma. A lo largo de los años, dominó el español, japonés, latín, griego, alemán, ruso, francés, inglés, hebreo e idish. También hablaba sánscrito. Y en Tokio, firmaba autógrafos en japonés. Berg jugó 15 temporadas en las Grandes Ligas, para 4 equipos diferentes. Su bateo no era bueno (un promedio de .243) pero encontró su lugar como catcher, con registros mejores incluso que Yogi Berra y Johnny Bench. Su vida como espía parece haber comenzado en un viaje a Japón en 1934, cuando Japón ya estaba en guerra con China. Berg llevó una carta de presentación del secretario de Estado Cordell Hull.
La mayoría de los jugadores tenían cámaras de fotos comunes, pero Berg tenía una Bell & Howell de vanguardia para filmar películas. Un día, Berg visitó la sala de maternidad en el hospital de Tokio, el edificio más alto de Tokio. Vestido con un kimono, Berg compró flores y dijo que iba a visitar a un paciente, pero en lugar de eso fue directo al tejado, tiró las flores y sacó la Bell & Howell de 16 milímetros de su kimono, para filmar un panorama de Tokio: el puerto, el distrito industrial, el distrito comercial.
La película de Berg en la azotea fue estudiada por pilotos estadounidenses antes del bombardeo de Tokio en 1942 bajo el comando del legendario general Jimmy Doolittle.
En 1944, la Oficina de Servicios Estratégicos -la agencia de inteligencia de ese entonces- envió a Berg, con sus conocimientos de alemán y física, a asistir a una conferencia en Zúrich de Werner Heisenberg, el cerebro detrás del programa de desarrollo de la bomba atómica de los nazis.
Berg se filtró entre a los guardias de las SS con una pistola y una pastilla de cianuro. Si llegaba a la conclusión de que Heisenberg sabía lo suficiente como para obtener pronto la bomba, Berg lo mataría en el acto y se tragaría el cianuro.
Pero, sentado en la primera fila, no escuchó nada concluyente, así que lo felicitó por su discurso y se las arregló para acompañarlo en su regreso al hotel, socializando en alemán e intentando extraer más información. Finalmente, Berg guardó sus balas para mejor ocasión.
El presidente Franklin D. Roosevelt envió un mensaje codificado de agradecimiento por la valentía de Berg: “Denle mis más cordiales felicitaciones al catcher”. Luego de la guerra, la vida de Berg se vuelve borrosa. Aunque era abogado, graduado de Princeton y había sido entrenador de los Medias Rojas antes de la guerra, pasó su último cuarto de siglo a la deriva.
Se decía que hizo algunas misiones secretas para la primer ministro israelí Golda Meir, y que se lanzó en paracaídas en Yugoslavia para luchar a favor de Tito, pero no hay evidencia de ello. Todo lo que se sabe de esos años es que se sentaba solo en los partidos de béisbol. Nunca tuvo un trabajo ni una novia de la que alguien supiera. Vivió con su hermano, y luego con su hermana. Le ofrecieron un adelanto para escribir su autobiografía, pero luego le retiraron la oferta cuando el editor se dio cuenta de que era Moe Berg y no Moe Howard, de los Tres Chiflados. Ni siquiera es posible rastrear si sus cenizas fueron realmente llevadas a Israel. Incluso su certificado de nacimiento es erróneo. Desde su nacimiento hasta su muerte, gran parte de la vida de Moe Berg sigue siendo un misterio.