Antes que nada, porque Olga Tokarczuk escribe muy bien. Pero también porque la cercanía de sus obras con la historia y cultura judías les da un atractivo muy especial…
Polaca con sangre ucraniana, nacida y criada en esas tierras de los márgenes que cambiaban de amos en forma constante, la vida misma de la reciente premio Nobel Olga Tokarczuk es un ejemplo de esa Polonia multiétnica, multicultural y plurireligiosa cuya existencia muchos quieren olvidar y que la obra de Tokarczuk se encarga de revivir una y otra vez. Con puntillosidad de arqueóloga, Tokarczuk saca a la luz episodios olvidados -u ocultados- de la historia polaca y los reformula en contextos contemporáneos, poniendo en cuestión el “sentido común” imperante en muchos de sus compatriotas.
Su primer gran éxito llegó con su tercera novela, Prawiek i inne czasy (1996), una de las pocas publicadas en español, con el título de “Un lugar llamado antaño”.
Recurriendo a historias que su abuela materna le contó cuando era niña y con un toque de realismo mágico (cuatro ángeles guardianes vigilan los acontecimientos), la novela narra la vida de dos familias en Prawiek, un pueblo polaco ficticio, a lo largo del siglo XX.
Un lugar llamado antaño
Para los lectores judíos, “Un lugar llamado antaño” tendrá un sabor muy familiar, que les hará recordar a los grandes clásicos de la literatura idish: básicamente, transcurre en un shtetl un poco más grande de lo habitual, y sus elementos fantásticos recuerdan a autores como I. L. Peretz.
De hecho, gran parte de la novela gira en torno a las interacciones entre polacos y judíos, relatadas en un tono de calidez inusual. Como en Sholem Aleijem, pero vistas de la vereda de enfrente.
El amor frustrado entre Genowefa, una mujer cristiana, y Eli, un hombre judío, forma parte integral de esas interacciones. El amor no se consuma, pese al deseo que los abrasa, por respeto al marido de Genowefa, que partió a la guerra.
Militante feminista, Tokarczuk invierte en esta historia de amor los cánones patriarcales dominantes en la literatura occidental clásica (recordemos a El Mercader de Venecia) que encontraron su reflejo en la literatura idish (como en El violinista sobre el tejado): el “caballero” cristiano que conquista a una mujer judía, que debe pagar por su deseo al precio de abandonar a su comunidad y transformarse en trofeo, sin que los hombres judíos -concebidos como feminizados- den la talla para impedirlo.
Los libros de Jacob
La historia judía será el nudo central de “Los libros de Jacob” (2014), el trabajo más ambicioso de Olga Tokarczuk hasta el momento y que el comité del Nobel considera su obra cumbre.
La novela, de más de novecientas páginas y publicada hasta el momento solo en polaco, le llevó a la autora más de una década de investigaciones y relata la historia del falso mesías Jacob Frank.
Frank fue un judío polaco del siglo XVIII, que se proclamó a sí mismo como el Mesías y reclutó a miles de seguidores, sobre todo entre los seguidores de otro falso Mesías, Sabetai Zevi.
Como en el caso de Zevi, la historia terminó con la conversión del supuesto mesías y de miles de sus seguidores a la religión dominante: el Islam en el caso de Zevi, y el catolicismo en el caso de Frank.
La novela de Tokarczuk entrelaza las perspectivas de docenas de personas relacionadas con Frank, incluido Benedykt Chmielowski, un sacerdote que escribió la primera enciclopedia en idioma polaco; Elisha Schorr, un rabino que estaba fascinado por el carisma de Frank; Moliwda, un noble polaco que fue traductor, confidente -y eventual traidor- de Frank; y una abuela judía moribunda que traga un amuleto cabalístico y logra la inmortalidad.
El resultado es un libro que ofrece una vívida imagen de las muchas formas, intrincadas e impredecibles, en que la historia de Polonia está ligada a la de sus judíos. “No hay cultura polaca sin cultura judía“, dijo Tokarczuk en una entrevista.
El libro fue un éxito de ventas instantáneo y ganó el premio literario más prestigioso de Polonia, el Premio Nike. Y también desencadenó en gran parte el rencor dirigido a la autora por los los nacionalistas polacos
En una entrevista después de que el libro ganó el Premio Nike, instó a sus conciudadanos a reconocer los elementos más oscuros del pasado de la nación.
“Hemos inventado esta historia de Polonia como un país abierto y tolerante“, dijo. “Sin embargo, cometimos actos horrendos como colonizadores, como una mayoría nacional que suprimió a las minorías, como propietarios de esclavos y como asesinos de judíos”
“Colonizadores” es una referencia al reasentamiento de polacos en Ucrania; y “propietarios de esclavos”, a la servidumbre de los campesinos y capas más pobres de la población.
Su casilla de correo electrónico y su página de Facebook se inundaron rápidamente de mensajes acusándola de traición. “La única justicia para estas mentiras es la muerte”, escribió una persona. Otros pidieron que fuera expulsada de Polonia. Su editor tuvo que ponerle guardaespaldas durante un tiempo prudencial, hasta que las aguas se calmaron.
Estas amenazas no lograron acallar a Tokarczuk, pese a su sorpresa inicial ante la virulencia de las reacciones.
“El tema de mi libro (‘Los libros de Jacob’), una Polonia multicultural, no era cómodo para los defensores de esta nueva versión de la historia“, declaró Tokarczuk a la revista PEN Transmissions.
El gobierno polaco, añadió, “quiere controlar y definir la historia, reescribir la memoria sobre nuestro pasado, borrando cualquier lado oscuro“.
Pero lejos de llamarse a silencio, ha continuado hablando en nombre de las comunidades que considera que su gobierno desea transformar en el “otro” odiado.
En un artículo de opinión para The New York Times luego del asesinato del alcalde de Gdansk, Pawel Adamowicz, Tokarczuk escribió que una narrativa populista polaca busca “chivos expiatorios … los llamados izquierdistas locos, los amantes de los queer, los alemanes, los judíos, los títeres de la Unión Europea, feministas, liberales y cualquier persona que apoye a los inmigrantes“.
Los judíos, según Olga Tocarczuk
Para terminar, vale la pena reproducir este fragmento de la entrevista a PEN Transmissions:
– Tu último libro, Los libros de Jacob, ¿reflexiona sobre el mito monolingüe y monoético que se está construyendo ahora en Polonia?
Creo que el tema de mi libro, una Polonia multicultural, no fue cómodo para los defensores de esta nueva versión de la historia.
– Así es como hay gente que es expulsada de la historia
Sí, y pensar en la sangre, en Europa Central, es una locura. Mi libro muestra que Polonia negociaba energías entre muchas naciones y culturas, incluida la cultura musulmana porque compartía una frontera con el Imperio Otomano.
Mis héroes en el libro son judíos, cambian su identidad y religión y se vuelven polacos. Muestra las viejas huellas de muchas tradiciones culturales polacas, como el mesianismo polaco. Nos muestra como un crisol en medio de Europa. Es tan simple, tan cierto.
Creo que la herencia judía de la literatura centroeuropea es otro aspecto importante. Estaba tan presente en nuestra sociedad, en nuestras culturas.
Tómese el caso del mesianismo polaco, tomado como una idea romántica polaca para crear la identidad polaca, lo cual es bastante paradójico: que puede tomar una idea judía para construir la identidad polaca y excluir el judaísmo. La presencia judía fue muy fructífera.