Un canto en judeoespañol que es al mismo tiempo una historia de amor y de resistencia al abuso de los poderosos
Jolerencio, Jolerencio,
¿quién te hizo tanto mal?
¿Onde está tu gentileza,
la que en ti solía estar?
¡Pedríla, siñor, pedríla,
pedríla por el mi mal!
por tener mujer hermosa
el rey me quiso matar.
Yo estando en la mi huerta
con la mi mujer real,
haciendo la tiramola (vihuela)
mis hijos al son bailán;
alzí mis ojos enfrente
cuanto más los pude alzar,
a los campos, de lejos,
gente vide asomar.
Mi corazón me lo diera
qu’era el rey de Portugal.
Echí mi capa en el hombro
y me fuera a saludar.
~¡Estéis en bonhora, el rey!
-Jolerencio, en mal vengáis.
Yo le hablaba con buenas,
él me arespondía en mal.
-Los vuestros hijos, ¿qué hacen
con vuestra mujer real?
-Mis hijos vos besan las manos,
mi mujer selam (shalom) vos da.
Si vos place, el buen rey,
de venirme a vijitar;
para vos y mí, el buen rey,
pichonicos con agraz,
por toda la gente toda,
vacas y carneros hay,
en mientras que ordenan mesas
vamos a la huerta espaciar.
En la huerta de Jolerencìo
hay crecido un bel rosal;
arrancó d’ahí una rosa
y una rosa del rosal,
a la mujer de Jolerencio,
anella, se la fue a dar.
-Tomaréis vos esta rosa,
esta rosa del rosal,
y d’aquí en quince días
seréis reina de Portugal.
Lloraba Jolerencio
lágrimas de voluntad.
~No lloréis, Jolerencio,
ni quierrerías llorar;
visitivos d’un carbonero,
salivos d’esta cibdad,
y de hoy en quince días
seré reina en caronal;
vestivos d’un carbonero,
salivos d’este lugar,
yo mato al buen rey
y vos meto en su lugar.
Fuente: Romancero sefaradí: Romanzas y Cantes Populares en Judeo-español, editado por Mosché Attías, Kiriat Sefer, 1956 Siguiente: Tres hermanicas eran