En tiempos de posverdad, fake news y líderes que exigen sumisión total, el rabino Dan Ornstein propone al Talmud como un antídoto contra esos males contemporáneos…
Para Ornstein, el Talmud es una de las mejores respuestas a la erosión de la democracia: una exhortación a todas las personas de buena voluntad a que no den nada por sentado, no otorguen poder a ciegas y exijan a las personas en el poder los más altos estándares de entrega y decencia. Dicen que el diablo está en los detalles, pero para Ornstein lo mismo ocurre con la democracia, que necesita de nuestra consideración diligente y pensamiento crítico, cualquiera que sea el tema de que se trate.
El estudio del Talmud puede salvar la democracia, de a un estudiante por vez, porque su método nos impide abandonar nuestra capacidad de pensar por nosotros mismos y rendirnos antes los vendedores de ilusiones, los demagogos y los propagadores de fake news de todo tipo.
Los debates políticos, culturales y científicos contemporáneos están estancados en la superficialidad. Demasiadas controversias y debates han sido infectadas por el irreflexivo rechazo a discernir entre realidad y ficción.
Demasiadas personas se dejan conducir por sus prejuicios personales, lealtades ciegas y reactividad emocional en camino opuesto al que conduce a la verdad (que puede no alcanzarse nunca, pero sí tratar de acercarse lo más posible).
En este sentido, el método talmúdico de argumentación es un instrumento ideal para preservar la honestidad de los participantes en ambos lados de un debate. Sin embargo, el debate talmúdico hace algo más que mantenernos honestos. En su mejor versión, el estudio del Talmud nos mantiene civilizados y respetuosos durante el debate, especialmente cuando se vuelve más feroz y poco civilizado.
De hecho, el Talmud no teme criticar con ferocidad aún a sus mejores estudiosos y figuras más prestigiosas, los rabinos de la antigüedad, cuando se muestra irrespetuosos o irreflexivos durante las discusiones.
Por más venerados que sean en la literatura talmúdica, ninguno de esos grandes sabios se sale con la suya cuando se comporta como un matón, un mentiroso o directamente un idiota.
Esto se debe a que el Talmud refleja el compromiso del pueblo judío con Dios y el libro de Dios, la Torá, en tanto fuente última de la verdad, que no depende por lo tanto de las opiniones o el carisma de los líderes religiosos o políticos, por importantes o respetados que sean.
Ciertamente, en opinión del Talmud, la autoridad para interpretar la Torá descansa en última instancia en esos sabios rabínicos, pues la Torá ya no está en el cielo.
Apelar a la revelación directa de Dios para determinar la verdad se deja de lado en deferencia al camino falible, pero mucho más accesible, del debate y descubrimiento humanos.
Pero esa autoridad es contingente: si deja de lado su compromiso con la decencia y la civilidad en el debate y la toma de decisiones (una enfermedad que no es infrecuente en las democracias occidentales modernas), pierde su autoridad junto, a veces, con su cordura e incluso su vida (como se relata en una de las historias más conocidas del Talmud, la de Rabi Yohanan y Resh Lakish) Los rabinos talmúdicos ciertamente lo lograron. Eran, en varios aspectos, los líderes comunales de su tiempo. Sabían que la polarización, los insultos contra los oponentes y los ataques ad hominem para “sumar puntos” podían ser destructivos para el tejido de la comunidad, la fe y la fraternidad.
Una historia como la de Rabi Yohanan y Resh Lakish (incluso si no sucedió exactamente como se registró o si no sucedió en absoluto), indica que nuestros antepasados entendieron el potencial destructivo del derramamiento de sangre verbal porque probablemente hayan alguna vez participado ellos mismos de él.
Lo que es refrescante de esta historia no es solo la disposición del Talmud a enseñar una rotunda lección de precaución, sino sobre todo su negativa a jurar cualquier tipo de obediencia incondicional a Yohanan y Resh Lakish simplemente porque son rabinos, maestros o líderes.
Todo lo contrarios; justamente porque lo son, se les debe menos consideración o indulgencia que a cualquier otro por su mal comportamiento.
Lejos de esperar que todos los demás se sometan a su carisma o autoridad, se exige que Yohanan y Resh Lakish sean leales al estado de derecho y la ética, a las reglas claras del debate legal y, en última instancia, a Dios, el legislador supremo.
La historia de Rabi Yohanan y Resh Lakish
El Talmud (Bava Metzia, capítulo 84) cuenta -con un sorprendente subtexto homoerótico- como Rabi Yohanan “convierte” a Reish Lakish de delincuente en estudioso de la Torá, y en su cuñado. Durante una acalorada discusión Rabi Yohanan se sintió profundamente lastimado, lo que hizo que Reish Lakish se enfermara. Y continúa el Talmud:
“La hermana de Rabi Yohanan vino y lloró ante su hermano. Ella le dijo: [perdónalo y] mira a mi hijo que va a quedar huérfano. Él le dijo: Deja tus huérfanos, yo los mantendré.
Ella le dijo: Por el bien de mi viudez. Él le dijo: Y deja que tus viudas confíen en mí.
Rabi Shimon ben Lakish murió. Rabi Yohanan se acongojó profundamente.
Los rabinos dijeron: ¿Que podemos hacer para consolarlo? Enviemos a rabí Elazar ben Pedat, que es un erudito, a sentarse frente a él… En respuesta a todo lo que rabí Yohanan decía, rabí Elazar ben Pedat le contestaba: aquí hay un texto que apoya [lo que dices].
Rabi Yohanan dijo: ¿Tú crees que yo necesito esto? Cuando yo argumentaba [a favor de] un mandamiento, Reish Lakish ponía veinticuatro objeciones y yo le daba veinticuatro contestaciones.
Esto llevaba a entender mejor la ley. Y tú me dices: aquí hay un texto que concuerda con lo que dices.
¿Acaso yo no sé qué lo que dije era correcto? Rabi Yohanan se rasgó las vestiduras y lloró: ¡Reish Lakish, donde estás, hijo de Lakisha, donde estás! Y lloró hasta que perdió la cabeza. Por lo que los rabinos rezaron por él y finalmente murió”.
Textos y subtextos: una apostilla al margen
Dijimos que el comienzo de la historia contenía un sorprendente subtexto homoerótico. Aquí la transcribimos en su totalidad. “Un día Rabi Yohanan nadaba en el rio Jordán. Reish Lakish [un delincuente] lo vio y pensó que era una mujer. Brincó al Jordán, tiró su lanza en el agua y nadó hacia él.
Cuando Rabí Yohanan lo vio le dijo: ¡Tu fuerza debe ser para la Torá! Reish Lakish le contestó: ¡Tu belleza debe ser para las mujeres!
Rabi Yohanan le dijo: si te arrepientes [de la vida que llevas], te voy a dar [como esposa] a mi hermana, que es más bella que yo. Reish Lakish aceptó el trato.
Con todo, trató de recuperar su arma, pero no pudo“. ¡ A ti te toca juzgar (si eres psicoanalista, no se vale: ya tendrás todo demasiado claro) !