Las comunidades judías de Polonia tenían un particular sistema de auto-gobierno. Con algunas lecciones de muchas actualidad…
Las décadas que precedieron a la Shoá fueron testigos en Polonia de un extendido y or momentos feroz antisemitismo, que dejó una profunda huella en los judíos que debieron emigrar para escapar de él, y en sus descendientes.
Pero la verdad es que hasta el último tercio del siglo XIX la situación de los judíos en Polonia fue la mayor parte del tiempo buena en todos los sentidos.
No fue casualidad que a fines del siglo XVIII la población judía el reino polaco-lituano fuera de casi un millón de personas, aproximadamente la mitad de los judíos del mundo en ese entonces.
En la época, los judíos gozaban de una gran autonomía, con un amplio entramado de instituciones que daban forma a una comunidad que necesitaba encontrar formas de autogobierno que fuera eficiente, capaz de convivir con el resto de la comunidad polaca y de manejar la relación tanto con las autoridades como con el poder fáctico del país.
Y además, claro está, de evitar las “tentaciones” de todo tipo que el poder -de cualquier magnitud- siempre lleva consigo.
Para ello, se diseñó un sistema de organización política de varias dimensiones.
En primer lugar, todos los años se celebraban elecciones en grandes comunidades judías como Lvov, Poznan y Cracovia.
El sistema generalmente requería de un consejo de nueve miembros, compuesto por dignatarios de la comunidad que estaban obligados por protocolo a tener los siguientes rasgos: “Gente de sabiduría y ética, dueños de propiedades, de edad adecuada”.
El consejo se reunía anualmente el domingo de los días intermedios de Pesaj. Depositaban en una urna un papel en el que habían anotado cinco nombres de entre los miembros del consejo. Los cinco elegidos conformaban un “comité de nominaciones” encargado de elegir a los directivos de tres instituciones.
El primer cargo era el de “líder de la comunidad” o “anciano de la comunidad”, algo así como el “alcalde” de la comunidad.
Para evitar el poder excesivo de ese líder, la no se limitaba a un candidato, sino a cuatro o cinco que se reemplazaban en una rotación mensual.
Entre sus tareas estaba la de determinar los derechos de residencia y la administrar los presupuestos de las instituciones “públicas”. Actuaba como cobrador de impuestos en nombre de la nobleza polaca y garantizaba los préstamos entre los miembros de la comunidad.
Después de designado el “líder de la comunidad”, el consejo escogía a tres o cuatro “hombres buenos” para que actuaran como “ancianos (dirigentes) de la comunidad” en ejercicio.
La siguiente fase era la elección de los líderes de las llamadas “instituciones públicas”, que eran algo así como un comité parlamentario que se ocupa de un tema o tarea específica. Entre ellos se encontraban los “gabais de tzedaká”, responsables de las instituciones de bienestar social y solidaridad como la sociedad funeraria Jevra Kadishña, la casa de pobres (Hekdesh), el hospital y la mikvá/casa de baños.
Los “ancianos del mercado” inspeccionaban las pesas que usaban los comerciantes, supervisaban la recolección de la basura en las calles y se ocupaban del funcionamiento de la “organización de vigilancia nocturna”, que defendía a la comunidad de los robos y advertía de los incendios.
Otras instituciones “públicas” incluían al gabai del Talmud Torá (a cargo de las instituciones educativas), los encargados de determinar los tiempos de estudio de la Torá, el gabai de la sinagoga, el gabai que se ocupaba de liberar a los judíos secuestrados o encarcelados, el gabai de Meut Eretz Israel (que recolectaba donaciones para ayudar a los generalmente muy pobres residentes en la Tierra de Israel) y el y “gabai moser”, que combatía el derroche y las faltas éticas.
Las instituciones “públicas” tenían una vasta red de empleados. El más destacado de ellos era el rabino de la comunidad, que también dirigía sus tribunales, organizaba los entierros, tenía la potestad de expulsar y excomulgar a los miembros de la comunidad y también supervisaba las instituciones “públicas”.
Otros empleados incluían al shtadlan (una especie de cabildero o lobista que fatigaba los pasillos de la nobleza polaca en un esfuerzo por promover los intereses de la comunidad); el darshan de la comunidad (un orador con un don para la retórica que pronunciaba el sermón semanal de Shabat), el escriba de la comunidad (que dominaba el idioma polaco popular), así como por médicos, farmacéuticos, parteras, etc.
La expansión de las comunidades judías más allá de las principales ciudades dio lugar a la necesidad de una entidad política “techo” que organizara la vida judía en todas las regiones de Polonia.
Aproximadamente en 1550, se fundó el “Comité de las Cuatro Tierras”, que funcionó durante 200 años y, hasta 1764, fue la institución central suprema que representaba a los judíos polacos ante las autoridades.
El modelo político de la comunidad judía antes mencionado declinó a fines del siglo XIX, después de que Polonia se dividió y los judíos pudieron integrarse en la sociedad en general.