Entrevista con Jacques Hassoun (PsicoanaIista y escritor) sobre la relación entre los judíos y el psicoanálisis
¿Los judíos en análisis tienen alguna problemática que les sea específica?
– Debo decir que me pone muy contento que usted plantee la pregunta por “los judíos y el psicoanálisis”, y no por “el judaísmo y el psicoanálisis”, porque este tema ya está muy transitado y a mi modo de ver huele mal, incluso porque el nazismo prohibió al psicoanálisis bajo el pretexto de que era una “ciencia judía”.
El psicoanálisis no es una “ciencia judía”, así como la filosofía marxista no es una “filosofía judaica”, eso es un absurdo.
Volviendo a su pregunta, debo decir antes que nada que la proporción de pacientes judíos que tengo es pequeña.
Me explico: cuando un paciente viene a pedir un análisis y yo considero que se va a establecer de entrada una cierta complicidad, un cierto implícito, prefiero rechazarlo.
Me parece que cada vez que se intenta llevar al analista hacia lo implícito, la palabra parasita.
Tengo el ejemplo de una amiga cuyo analista tenía un apellido totalmente francés, al que no se cansaba de explicarle cómo celebraba Shabat en la casa de su amado, el Kidush, lo que le provocaba ver la kipá en su cabeza, y todos los detalles de la ceremonia.
Algunos años después tuvo la sorpresa de enterarse de su analista era judío. Y ella misma reconoció que había sido muy importante para ella expresar paso a paso la ceremonia del Kidush y de la matzá sin pasar por lo implícito.
Por lo tanto, un analista judío debe llevar a sus pacientes judíos a la cura sin que el implícito sea silenciado.
No somos una gran familia. No se trata de decir el Kidush, de Rosh Hashaná, del Shofar, Purim, etc. Lo que importa es que el paciente pueda decir lo que hay para él detrás de estos términos, cómo lo afectan, lo que le sucede cuando pronuncia la palabra “Purim” en una frase en francés, etc.
¿Por qué, a su parecer, hay tantos judíos en análisis?
– Proporcionalmente, es cierto, hay muchos judíos en análisis, pero también se dice que hay muchas mujeres, o muchos intelectuales magrebies en relación con el total de intelectuales magrebíes viviendo en Francia.
Son personas para quienes -como para toda minoría – las referencias de identificación son las más frágiles. Son quienes cargan con más sufrimientos. Y en general son exiliados.
Y además los los judíos viven con frecuencia – con excepción de la pequeña minoría que vive en Alsacia- en la multiplicidad de lenguas. Manejan, al menos la generación mayor, dos o tres lenguas.
Quién dice multiplicidad de lenguas puede querer decir dificultades de identificación por un cierto tiempo, al menos hasta que las cosas se acomoden.
¿Sus pacientes judíos tienen una relación particular con la memoria?
– Sí, eso es muy importante. Me parece que los que vivieron menos tiempo en su país de origen son los que sienten mayor necesidad de reivindicar esta memoria. Para ellos la necesidad de la memoria es lancinante.
Es sorprendente: los judíos de Europa del este o incluso de África del Norte nacidos en Francia idealizaron completamente su tierra de origen. Idealizaron el Shtetl, el Mellah o el Haras.
Consiguen idealizar lugares que ¡eran de una miseria horrenda!
Por otra parte, incluso aquellos cuya memoria es particularmente dolorosa (hablo de la generación nacida después de los campos) pueden sentirse usurpados de esa memoria.
Como mostró Nadine Fresco, hay hijos de deportados que tienen nostalgia de los campos. Cuando eso ocurre, es por el silencio masivo de los padres.
Y es muy difícil meterse con ese síntoma de la nostalgia del horror.
Si he entendido bien, siempre que un mundo desaparece, sea horrible o maravilloso, ¿se intenta reencontrarlo?
– Exactamente. Cuanto más soterrado está un mundo, más punzante es su recuerdo. Muchos sefaradíes viven con una memoria sufrida. Y también se debe al silencio de los padres.
Si su historia no fue tratada en lo cotidiano, si sólo fue hablada en términos de “Ah, si supiera qué hermoso era”, si eso no es desdramatizado o desidealizado, es necesario trabajar la memoria para hacerla entrar en el olvido.
Se trata de banalizar esa memoria, no de banalizar el horror, no de olvidar qué fue el nazismo. Pero se trata de hacer otra cosa que dejar una herida permanentemente abierta.
No es raro que algunos pacientes intenten preservar su síntoma más que todo, esa es la dificultad. Tal vez la educación judía tenga su parte de responsabilidad en ello.
Tuve pacientes que repetían lo que siempre se dice -esto es, que la historia judía es de punta a punta una historia de horrores. Ahora bien, basta con consultar la Enciclopedia Iudaica para saber que han habido períodos de gloria, incluso en Polonia.
Creo que cada pueblo es incomparable y normal al mismo tiempo, inclusive el pueblo judío.
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