¿Por qué tantos judíos son psicoanalistas y por que tantos judíos se analizan?
Introducción y entrevistas de Monique Ayoun. Traducido de la revista francesa L’Arche Nº 347, de febrero de 1986.
El judío es un mito, tanto para sí mismo como para los demás. Incluso su existencia es una pregunta.
La educación judía, lejos de responder a esta cuestión, suscita muchas otras. Sólo esta simple constatación sería suficiente para explicar por qué tantos judíos son psicoanalistas y por que tantos judíos se analizan.
Pero muchas otras explicaciones son posibles.La historia caótica y turbulenta (del genocidio al exilio), la multiplicidad de las lenguas habladas por la mayoría de las familias judías, la doble o triple cultura, todo ello sumado al parentesco profundo existente entre la “manera de pensar” psicoanalítica y la del pensamiento judío, forman parte considerable de la confluencia de los judíos con el psicoanálisis.
Habría un paralelo entre el judío errante y el analista – el de estar siempre en el no-lugar, en el perpetuo éxodo-.
Se consideran los dos – el judío y el analista-, ligados a la palabra y al inconsciente. Se las atribuye el don de “saber leer”.
Porque se trata justamente de ello: la gran complicidad entre “judaismo” y “psicoanálisis” está en que ambos interpretan, ambos son una historia de la lengua, una historia de dispersiones y confluencia de lenguas. Es en la palabra y en el decir que eso sucede, en la interpretación de los textos o del Texto.
La tradición sostiene que hay cuatro niveles de lectura de la Torá (los cinco primeros libros de la Biblia). Un analista me explicó que uno de ellos, el que se llama Sod, es decir, el secreto, la dimensión oculta, tiene relación con el inconsciente.
De ahí a pensar que los psicoanalistas podrían ser los nuevos talmudistas, sólo hay un paso. Este paso, no cabe a mí darlo, lo dejo a cargo de los propios analistas, si tienen ese coraje.
La idea de este artículo era de hacer una encuesta con los psicoanalistas, no para saber lo que el psicoanálisis debe al judaísmo ni cuál es la importancia de esa deuda -otros más versados en el asunto que yo se centraron en la cuestión (David Bakan en Freud et la Tradition Mystique Iuive intentó identificar en la lectura del Talmud los textos que anticipan el psicoanálisis o que le hacen eco), sino para saber si por intermedio del análisis se puede saber más sobre el judaísmo o, mejor dicho, sobre la judeidad.
Entrevisté seis psicoanalistas -confieso, con el delicioso sentimiento de estar penetrando en los secretos de alcoba- y les pregunté simplemente si sus pacientes judíos presentaban síntomas singulares e idénticos, si los temas que más abordan son recurrentes, si por lo tanto su especificidad era manifiesta.
De paso les pregunté también lo que les había llevado al psicoanálisis, y si el hecho de ser judíos había tenido alguna influencia sobre esa elección.
Los psicoanalistas de origen occidental (ashkenazíes) respondieron de forma clara y directa – lo que no siempre sucedió con los judíos de origen oriental (sefardita).
Pero para ambos. la entrada en análisis (y por ahí a la profesión de analista) está directamente ligada a la judeidad: el hecho de ser judío ya era un problema, y ellos se enfrentaban con un acontecimiento – el genocidio – con el que no sabían cómo lidiar; y era necesario deshacerse también de un enorme sentimiento de culpa.
Para todos. Sin embargo, -ashkenazíes o sefaradíes- era evidente que se comienza un análisis solamente porque se sufre. Algunos analistas entrevistados reencontraron (o encontraron) el judaísmo por intermedio del psicoanálisis.
A todos, por lo tanto, con formulaciones un poco diferentes, les plantee la misma pregunta, la de la especificidad judía. La divergencia de las respuestas es sintomátíca y muestra cuán múltiples e inagotables son.
A preguntas idénticas jamás obtuve respuestas similares. La especificidad judía parece estar en todos los los lugares y en ninguno, poco detectable e inaprensible.
Es aquello que resbala, que escapa, que huye entre los dedos sin que se pueda retener.Cada cual encuentra en ella su parte, cada cual la reinventa, se proyecta en ella.
Todos los analistas que ponía en contacto tenían una idea muy precisa del problema.
Ya habían pensado largamente en el asunto, y ni bien hacía mis preguntas me llevaban inmediatamente a su terreno.
Un terreno sólido y rico, pero tan diferente cada vez, que me hice la promesa de, al finalizar las entrevistas, profundizar en el asunto para encontrar mi propio terreno.
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