Rezar por el bienestar de la patria de cada uno es una tradición judía que comenzó con el profeta Jeremías. ¿Alemania incluida, después del Holocausto…?
La “Oración por la Nación” es parte habitual de los servicios religiosos judíos semanales.
La costumbre comenzó con el exilio en Babilonia después del la destrucción del Primer Templo, cuando los judíos recibieron la instrucción “busca el bienestar de la ciudad a la que te he exiliado y ruega por ella a D’s; porque en su prosperidad prosperarás” (Jeremías 29: 7).
Después de que los judíos regresaran del exilio, bajo el rey persa Darío, Ezra (6: 6-10) escribe que al pueblo judío se le permitió reconstruir el Templo y deberían rezar por la vida del rey y sus hijos.
Hay referencias similares en I Macabeos (7:33) y en los Rollos del Mar Muerto, y más tarde en Josefo y la Mishná, donde el rey es el emperador romano.
Es a partir de todos estos antecedentes que se fue incorporando a los servicios religiosos semanales la costumbre de las comunidades judías de orar por el bienestar de su país de residencia.
Ya en la Edad Media, el Kol Bo (una compilación de rituales y leyes del siglo XIV, probablemente de Provenza) dice que en algunos lugares en Shabat, después de la lectura de la Haftará, se bendecía al rey y a la congregación.
El texto iba variando, pero a partir del siglo XV uno en particular fue ganando aceptación y se convirtió en parte integral de todos los libros de rezos judíos.
Se llama Hanoten Teshua (El que otorga…) porque comienza con esas palabras, y se reza desde esa época en las sinagogas de todo el mundo.
De la monarquía a la democracia Durante milenios y en todas las latitudes, la idea de soberanía política era indisociable de la figura de reyes y emperadores, que condensaban todo lo relacionado con nociones como nación, estado y gobierno.
No es de extrañar, por lo tanto, que en Hanoten Teshua se mencionara por nombre al soberano reinante en cada época y país.
La situación comenzó a cambiar en Francia, con la Revolución Francesa, y continuó en los Estados Unidos, en donde se distribuyó una carta el 11 de julio de 1776 pidiendo la eliminación de las oraciones por la familia real.
En 1782, en la dedicación de una sinagoga en Filadelfia, se sustituyó el nombre del rey por el de George Washington, y solo décadas más tarde se comenzó a poner énfasis en la función y no en la persona que la ejerce.
A partir de 1830, los judíos estadounidenses comenzaron a notar la necesidad de un texto más democrático y universal en naturaleza, algo que ya habían hecho antes los judíos franceses.
Algunos sidurim (libros de oraciones) reformistas, y algunos ortodoxos, comenzaron a reemplazar a HaNoten Teshua con oraciones sin referencias obsequiosas a los líderes del gobierno, que enfatizan, en cambio, la necesidad de los gobernantes de guía divina.
En esta línea se inscribe la “Oración por el bienestar de la Nación” del movimiento Masortí, que es la más frecuente hoy en día en América Latina.
Amor no correspondido
Este amor de los judíos por el país en el que vivían fue muchas veces unilateral y no correspondido, ya desde el tiempo de los romanos.
Pero hay algunos casos que resultan casi tragicómicos. La primera aparición conocida de HaNoten Teshua fue en España, en Aragón. En este caso, dice en una parte dice “que Él fortalezca, bendiga y eleve más alto y más alto nuestro Señor Rey Don Fernando ..”. ¡El mismo rey Fernando que junto a su esposa Isabel luego los expulsaría de España!
Por no hablar de los zares. Hay una líneas de “El violinista sobre el tejado” que dicen:
“Rabino, ¿hay una bendición adecuada para el zar?
¡Por supuesto! Que Dios bendiga y mantenga al zar… ¡lejos de nosotros!
Pero, aún así, en 1909, en Vilna (parte del Imperio ruso en ese momento), se pronunciaba una oración por el zar (haKeysar) Nikolai II Aleksandrovich y su esposa, madre e hijo, pese a que fue el gran promotor de las persecuciones antisemitas, los pogroms y los libelos de sangre.
Pero D’s parece no haber prestado atención a esta plegaria: Nicolás II fue el último zar de Rusia, derrocado por la Revolución rusa de 1917.
¿Y Alemania?
Estos ejemplos palidecen ante la disyuntiva en la que se ven los judíos alemanes a la hora de decidir si elevar o no una plegaria por el país que asesinó a seis millones de judíos, por mucho que haya cambiado: a muchos les parece una blasfemia mayor que rezar por el imperio romano o por los zares. Los judíos alemanes se emanciparon en 1871 bajo el emperador Wilhelm I. Durante el reinado de su nieto Wilhelm II, la Nueva Sinagoga de Berlín, una congregación reformista, incluyó una oración por el emperador que se apartaba del clásico Hanoten Teshua.
Escrita en alemán, pedía una bendición para el rey, Guillermo II, para que “la verdad y la justicia florezcan bajo su cetro“. A continuación, el eje se corría del emperador y la emperatriz hacia el estado alemán, pidiendo a Dios que “bendiga todo el Vaterland (patria) alemán “, así como” nuestra Vaterstadt (ciudad-
Este texto presentaba algo nuevo: identificación con el imperio alemán, y hasta con los tópicos y el lenguaje del nacionalismo alemán.
Es difícil imaginar decir una oración similar hoy, pero quizás el tiempo comience a calmar en parte heridas y dolor, y hasta la sensación misma de blasfemia. Pero las soluciones de compromiso son necesarias.
El libro de oraciones publicado por la comunidad judía oficial de Berlín en 1968, incluyó dos variaciones de la oración por el estado. Aunque ambas versiones piden a Dios “que bendiga al Vaterland (la patria)” solamente una la describe como “deutsches (alemana)“. Pero otras comunidades no están de acuero, como la sinagoga progresiva Bet Haskala de Berlín que solo incluye plegarias por el “Regierung (gobierno)” y por el “Internationale Verständigung (entendimiento entre las naciones)”.
Hanoten Teshuá (El que otorga…)
“El que otorga la salvación a reyes y dominio a gobernantes, cuyo reino es un reino que abarca todas las eternidades; Quien liberó a David, su siervo, de la espada maligna;
Quien construye un camino sobre el mar y una senda en las poderosas aguas – pueda El bendecir al… y a todos los que constituyen el Gobierno de este país.
El Rey que reina sobre todos los reyes, en Su misericordia pueda El sostenerlos y protegerlos; de todos los problemas, dolores y heridas. Pueda El rescatarlos y ponga en sus corazones y en los corazones de sus consejeros (compasión) para hacernos el bien y a todo Israel, nuestros hermanos.
En sus días y en los nuestros pueda Judá ser salvada y pueda Israel vivir con seguridad, y pueda el Redentor venir a Sión. Que así sea Su voluntad y digan todos Amén“.