Si hay un bebé en camino, esto es lo que debes tener en cuenta…
Antes que nada, debemos aclarar que no hay ningún precepto religioso que indique cómo se debe poner el nombre a un bebé, y mucho menos qué nombre elegir.
Es decir: no hay nada obligatorio, y puedes poner a tu bebé el nombre que desees, y cuando lo desees.
Todo se trata de costumbres y tradiciones populares, que varían según de qué comunidad judía se trate. Estas son las principales:
La costumbre ashkenazí
Entre las comunidades ashkenazíes (provenientes de Europa central y oriental). tradicionalmente se da a los niños el nombre de familiares que han fallecido, como una forma de mantener vivo el recuerdo e inspirar al homónimo a vivir de acuerdo con las mejores cualidades de su predecesor (si no las tenía, ¡búscate otro!)
Pero no te asustes: no hace falta que sea exactamente el mismo nombre. La tradición indica que basta con que ambos nombres comiencen con la misma letra.
También puede tratarse de un nombre parecido, equivalente, o que guarde alguna semejanza.
Es por ello que había tantos Manueles y Bernardos en la comunidad judía, una o dos generaciones atrás: se tomaron como “traducciones” de dos nombres en idish muy comunes, Mendl/Mendel y Berl/Berele.
La costumbre sefardí
Los judíos sefardíes, por otro lado, buscan lograr el mismo objetivo al nombrar a un pariente vivo, poniendo por ejemplo el nombre del abuelo a cada primogénito.
Nombres de la Torá
Tanto los judíos ashkenázicos como los sefardíes a veces escogen un nombre de la parashá (parte de la Torá que se lee semanalmente) que corresponde al día de nacimiento del bebé, o por el significado literal de una palabra que encarna una cualidad noble o aspiracional.
Nombres israelíes
La verdad es que son cada vez menos las familias que nombran a sus hijos según las tradiciones mencionadas, que están dejando lugar a nuevas costumbres.
Una de ellas es la de dar a los hijos nombres “israelíes”. Estos solían ser básicamente nombres bíblicos, de personajes “secundarios” pero que suenan mejor al oído moderno. Varios de ellos (Yael, por ejemplo), se han popularizado también por fuera de la comunidad judía.
En los últimos años, han comenzado a aparecer nombres nuevos, que retoman la antigua costumbre bíblica de crearlos a partir de palabras que nombran cualidades o acontecimientos vitales de las personas.
Es algo semejante a lo que ocurre en Asia oriental, o con los nombres de muchos pueblos originarios.
La gran mayoría de estos nombres se utilizan indistintamente para niños y niñas.
Dos nombres, a falta de uno
Lo que el niño siempre debe tener es un nombre en hebreo, que puede coincidir o no con el nombre del documento.
Este es el nombre con que el niño/a será nombrado en toda ceremonia religiosa formal (como su bar o bat mitzvá), seguido de “bar” o “bat” el nombre del padre.
Se produce un problema “técnico” si padre del niño que recibe su nombre hebreo no es judío. En ese caso, se lo llama ya sea como (Nombre) ben / bat (Nombre de la madre judía) o como (nombre) ben / bat (nombre de la madre judía) y (nombre del padre no judío).
Bar/ben si es un niño, y bat si es una niña.
Yo no creo en las brujas, pero que las hay, las hay
Muchos judíos observantes no anunciarán el nombre hebreo de un bebé hasta la circuncisión (brit milá) del niño en el octavo día.
En el caso de las niñas, hasta la ceremonia de nombramiento (que se realiza durante la primer lectura de la Torá luego del nacimiento).
Esta costumbre de mantener el nombre en secreto se basa en la creencia popular de que no hay que dar al Ángel de la Muerte la oportunidad de identificar al bebé y matarlo antes de las ceremonias mencionadas, que a partir de ahí lo “protegerían”.
Esta creencia probablemente se deba a las altas tasas de mortalidad infantil que eran usuales hasta hace muy poco.
No era inusual que una madre o un bebé murieran poco después de un parto, por lo que surgieron toda clase de prácticas supersticiosas para tratar de evitar el riesgo de que eso ocurra.