Es lo que afirma el rabino Hannannel Ross en su tesis de maestría de psicología en la Universidad Hebrea de Jerusalem. ¿Será cierto…?
De lo que no se puede dudar es de que el trabajo es original: mientras las mujeres judías observantes son activas en la discusión de su sexualidad tanto online como fuera de Internet, la vida sexual de los hombres observantes permanece sin ser estudiada, pues raramente hablan de ella si no es con su pareja. Ross hizo un llamado a través de Facebook a hombres judíos observantes que estuvieran dispuestos a hablar discretamente sobre su sexualidad, y pronto pudo entrevistar a decenas de personas. “Nuestra estructura social postula que los hombres tienen ‘urgencias naturales‘”, declaró Ross a la prensa israelí recientemente, “lo cual no solo significa que los hombres son mecánicos y aburridos, sino sobre todo que tienen “necesidades” perentorias que deben ser satisfechas prestamente”
Esto, agrega Ross,”implica postular que los hombres carecen de libre albedrío y son juguetes pasivos de sus incontrolables impulsos“. Pero la imagen que surgió del encuentro con sus sujetos de estudio fue infinitamente más compleja. Entre otras cosas, encontró que los hombres religiosos no solo percibían el vínculo emocional como una parte inseparable de la experiencia sexual, sino que también tendían al “igualitarismo erótico”:
“Mientras más presente esté la mujer“, dice Ross, “mejor será para los hombres”: quieren que el placer sea mutuo, y lo contrario les produce un fuerte displacer y desequilibrio emocional, y una disminución en la autoestima.
“Lejos de estar subordinados a sus impulsos”, dice Ross, “no se enfocaban en nada tan intensamente como en la satisfacción de su compañera“. Incluso preocupaciones como una impotencia temporal fueron marginales en comparación con la duda sobre si la mujer estaba feliz o no: es la falta de placer femenina la que se experimenta como un fracaso y una herida emocional. Esto en parte tenía que ver -explica- con la manera en que los hombres religiosos aprenden y perciben el sexo. La mayoría de sus entrevistados no tenían experiencia previa al matrimonio, y muchos se abstenían también de la autosatisfacción.
Siendo las relaciones maritales su puerta de entrada a la sexualidad, la percibían como una actividad interdependiente, y veían el placer de su pareja como el mejor criterio para medir su desempeño. En estas circunstancias, dice Ross, “la sexualidad y la pareja se perciben como una y la misma cosa“. Una situación que Ross define como de “dependencia saludable”. Es interesante observar que, según el estudio, los hombres observantes experimentaban la autosatisfacción como una experiencia individual y, por lo tanto, problemática. No por cuestiones relativas a la Halajá (la ley judía), sino porque se percibe como un sustituto, como el emergente de problemas en la relación de pareja. Por otro lado, si tenía lugar como expresión de fantasías o como parte de la relación, sí se experimentaba positivamente, Nota al margen:El autor no ha entrevistado a las esposas de los hombres que respondieron, para ver qué opinan…