Según Antonio de León Pinelo, una de las mayores figuras intelectuales del criptojudaísmo sudamericano de la época colonial
Antonio de León Pinelo y sus hermanos Juan Rodriguez y Diego eran los hijos de Diego López de Lisboa, contra quien hubo varias denuncias en la inquisición de Lima por ser judaizante.
Las investigaciones dieron por resultado, según las crónicas de la época ”de que a su padre y a un tío suyo habían quemado en Lisboa, por cuya razón se había escapado a Valladolid y de allí a Buenos Aires y Córdoba del
Tucumán”.
Como en muchos otros casos, las circunstancias obligaron al criptojudio a esconderse de la Inquisición bajo los hábitos del sacerdocio. Bajo la protección del Arzobispo de Lima, Diego López se salvó de la persecución del Santo Oficio, y sus hijos llegaron a ser notables escritores y hombres de la vida pública.
Diego de León Pinelo, “uno de los más notables literatos de Lima durante la época colonial”, fue acusado de nuevo de prácticas judaizantes. Antonio de León Pinelo, por su parte, expresó el cariño a la religión de sus padres en elogios a personajes de la historia judía.
También demostró que tenía conocimiento de las costumbres judías, como en su libro “Velos en los rostros de las mujeres” (1647, Madrid), publicado mientras era Relator del Consejo Real de Indias, escribe en el Capitulo VII:
“Al desposarse las mujeres, fue siempre ceremonia de honestidad el cubrirse los rostros y usar velos. En las hebreas era de modo que casi las hacia singulares y distintas de otras naciones, de que es autor Tertuliano, y mejor se
prueba en la Escritura sagrada.
Iba a buscar Isaac para ser su esposa, la casta Rebeca. Viole de lejos y apeándose del camello se cubrió luego el rostro. . ..
Castalio lee que se puso el Flammeo nupcial, porque se cubrió como novia. Pero en lo que no duda ninguno de los expositores, es en que esta acción de Rebeca fue efecto de su virtud y honestidad…
Fray Luis de Sotomayor, docto expositor Iusitano, colige de este verso de Rebeca, que entre las naciones orientales, y particularmente las que conocieron al verdadero Dios, así las doncellas como las casadas, por honestidad
y decencia, se cubrían los rostros, no sólo en presencia de extraños, sino aún a veces de sus propios maridos…
… También era costumbre de las hebreas, cubrir el novio a la novia, con el palio, manto o velo, que traía, en señal de que la recibía por esposa y en guarda y custodia: que es el sentido de lo que se lee de Ruth, como lo nota Nicolás de Lira. . .
Para lo cual había particular vestidura, que llamaban “Jupá”, y Novarino interpreta umbráculo, velo…
Admitieron los gentiles en sus casamientos este uso del velo, de que da testimonio Tertuliano, y por él se llamaron las casadas, nuptas, del verbo nubere, que es cubrir.
Y aunque S. Ambrosio lo derive de nube, Calepino al contrario, de nubere deriva nube, porque cubre el cielo. Así usan el nombre de nupta, Plauto, Terencio, y comúnmente los latinos… y de esta voz corrompida, a las que se casan llamamos novias, como advierte don Sebastián de Covarrubias, que es lo mismo que cubiertas…
…Y merece consideración la forma en que se usa poner el velo: que siendo sólo uno, participan de él el marido y la mujer, poniéndosele a ella sobre la cabeza y dejándole a él sobre los hombros.
En que parece que se insinúa el echar el hombre el palio o capa y cubrir a la mujer, como queda dicho de los hebreos” Publicado originalmente en Herencia Judía No 2 (Segunda Serie)