El 5 de junio de 1967 se produce la Operación Moked: los aviones israelíes destruyen la fuerza aérea egipcia mientras aún estaba en tierra. Comienza la Guerra de los Seis Días
En vísperas de la Guerra de los Seis Días, en Israel se cavaron decenas de miles de tumbas en previsión de las masivas bajas que se preveían en caso de una guerra. El país se sentía como si estuviera al borde del abismo, rodeado por poderosos enemigos bajo la forma de varios ejércitos árabes.
La única alternativa que las autoridades israelíes encontraron para evitar la derrota y la destrucción del país: capitalizar la primera oportunidad de hacer desaparecer las amenazas que se acumulaban en su contra al norte y, mucho más perentoriamente,. La primera de esas amenazas era la poderosa Fuerza Aérea Egipcia.
Para lograrlo, Israel se basó en la recopilación de datos inteligencia, la contra-doctrina militar, el atrevimiento logístico, la explotación de lo cotidiano y la disciplina en las comunicaciones.
Israel obtuvo y descifró datos detallados de inteligencia mientras estudiaba a sus enemigos. Mientras elos aumentaban sus fuerzas militares y declaraban su
intención de eliminar al estado judío, Israel observaba.
En 1967, los ejércitos árabes basaban gran parte de su estrategia y doctrina de batalla en los conceptos bélicos soviéticos, una doctrina militar que Israel estudió en profundidad.
Al combinar este conocimiento con el esfuerzo de inteligencia en curso, Israel amasó una gran cantidad de información sobre las capacidades militares de Egipto, Siria, y Jordania, tanto en el aire como en tierra.
Como resultado, los militares israelíes dedujeron los cálculos tácticos y estratégicos de los comandantes enemigos. Eso fue particularmente cierto en el caso del Egipto de Nasser, el líder del mundo árabe.
En comparación con las fuerzas aéreas de Egipto, Siria y Jordania, la de Israel tuvo que admitir que sufría de una enorme escasez de aviones. Es por ello que Israel tuvo que aplicar una estricta priorización de objetivos.
La prioridad número uno era atacar a la Fuerza Aérea Egipcia antes de que lograra despegar, en una atrevida misión conocida como “Operación Moked”.
Calibrado con una precisión de segundos y metros, el golpe requería el envío del número máximo de aviones posible, en una ola de ataques contra la Fuerza Aérea Egipcia. La primer oleada debía destruir masivamente las capacidades de despegue egipcias.
Si esa primera oleada hubiera fracasado, Israel habría estado expuesto a una devastadora respuesta en su suelo, pues la necesidad de Israel de incapacitar a los aviones enemigos significaba que muy pocos aviones estaban reservados para la defensa, muchos menos de los recomendados por cualquier doctrina de defensa militar conocida.
Las fuerzas israelíes se emplearon a fondo en la tarea. Cada persona involucrada, desde los mecánicos hasta los pilotos, conocían su papel con precisión. En la mayoría de las salidas de combate, los pilotos suelen conocer sus destino recién antes del despegue. En cambio, todos los pilotos de la Operación Moked conocieron su ubicación precisa en la formación de ataque, y su destino, con mucha antelación.
La distancia entre los aeródromos de Israel y las bases egipcias más distantes hicieron de la eficiencia del combustible una prioridad.
Los pilotos israelíes debían prácticamente agotar sus suministros si querían alcanzar los bombarderos estratégicos egipcios suministrados por los soviéticos, que tenían la capacidad de llegar a Tel Aviv.
Los aviones de ataque israelíes también tuvieron que aterrizar, rearmarse, repostar y volver a estar en el aire sin demoras, para evitar los ataques aéreos de represalia.
Por lo tanto, la capacidad del personal de tierra para rearmar y reparar los aviones tenía que ser lo más rápida y eficiente posible.
Debido a que Israel necesitaba el máximo número de aviones posible para los bombardeos, la misión tuvo que ser planificada hasta el más mínimo detalle, registrando detalles precisos de cuándo las fuerzas aéreas enemigas llevaban a cabo patrullas rutinarias y cuando cambiaban esas patrullas.
El objetivo no era derribarlas sino evitarlas para que no se produzcan combates frente a frente, liberando aviones israelíes para concentrarse en el bombardeo de los objetivos en tierra.
Después de muchos meses de vigilancia, la fuerza aérea israelí tenía una idea clara del momento óptimo para atacar.
Incluso el tráfico de la hora pico en El Cairo se aprovechó en beneficio de Israel: el primer ataque tuvo lugar en el momento en que el Jefe de Estado Mayor de Egipto y el comandante de la Fuerza Aérea dejaban hogares para dirigirse a sus oficinas.
Israel aprovechó así el período de tiempo que estarían en tránsito, sin contacto directo con sus comandados.
La toma de decisiones egipcia fua asó efectivamente paralizada, lo que proporcionó un precioso tiempo adicional para que se produzcan las oleadas de bombardeos.
En la mañana del ataque, la escuela de vuelo de la fuerza aérea israelí llevó a cabo sus vuelos de entrenamiento habituales, mostrando una apariencia de normalidad a los expectantes egipcios.
Para adormecer los sistemas de defensa de Egipto con una mayor sensación de falsa seguridad, las transmisiones de radio de la fuerza aérea de Israel del 5 de junio fueron pre grabadas y transmitidas por las ondas de radio como señuelo para el consumo de vigilancia egipcia.
Se respetó estrictamente el silencio de radio. En caso de avería en el aire, se ordenó a las tripulaciones israelíes que dejaran sus formaciones en silencio, volaran de regreso a la base a baja altitud y, si es necesario, se eyectaran.
Los escuadrones de ataque volaron hacia Egipto a una altitud lo suficientemente baja como para como para evadir el radar egipcio.
Increíblemente, cada formación alcanzó su objetivo sin que una sola palabra se escuchara por la radio.
Luego de haber paralizado a los aviones egipcios, la fuerza aérea israelí hizo lo propio con los sirios, y luego destruyó objetivos en Irak cuando que ese país ingresó a la contienda.