Estremecedor pero necesario: así es el gueto de Terezin
La fortaleza de Terezin fue construida por el emperador José ll, entre 1780 y 1790, para proteger a la región de Bohemia de las tropas enemigas durante las guerras prusiano-austriacas del siglo XVIII.
Sin embargo, Terezin jamás pudo demostrar la solidez de sus fortificaciones: después de perder su estatuto de fortaleza albergó una guarnición y desde principios del siglo XIX fue utilizada únicamente como centro de detención de militares, presos políticos y opositores a la monarquía de los Habsburgo.
Terezin cobró fama internacional recién después de la ocupación de las tierras checas por la Alemania nazi: ambas partes de la fortaleza fueron transformadas en grandes centros que facilitaban las labores de persecución.
En junio de 1940 fue establecida en la Pequeña Fortaleza una prisión policial de la Gestapo de Praga y en noviembre de 1941 fue fundado el gueto y campo de
concentración judío en la fortaleza principal (ciudad de Terezin).
En un principio, los prisioneros judíos eran ubicados solamente en las instalaciones militares, pero hacia mediados de 1942, la población local fue obligada a abandonar la ciudad.
Terezin se convirtió así en una “ciudad” tras las rejas: le fue asignado un papel significativo para la implementación del plan criminal nazi, la ‘Solución final al problema judio’.
El gueto de Terezin, planeado originalmente como campo de recepción y estación de tránsito para los judíos provenientes de Bohemia y Moravia, se convirtió posteriormente en el llamado ‘Gueto de la vejez’ para prisioneros de Alemania y de otros países ocupados por los nazis.
Servía de estación de tránsito, de exterminio (aquí murió una cuarta parte de los prisioneros) y para efectos de propaganda.
La falsa imagen de un territorio autónomo judío, que trataron de crear los nazis mediante sucias maniobras, tales como la llamada ‘campaña de embellecimiento’, debían tapar ante la comunidad internacional el trágico y real destino de los prisioneros de Terezin y el verdadero rostro de la ‘Solución final al problema judío’.
Desde el surgimiento del gueto hasta el 20 de abril de 1945 fueron transportados a Terezin unos 140 mil hombres, mujeres y niños checos, de Alemania, Austria, Holanda, Dinamarca, Eslovaquia y Hungría.
En los últimos días de la guerra, arribaron unos 15 mil prisioneros más provenientes de los campos de concentración de Polonia y Alemania, liquidados por el frente de avanzada; la gran mayoría gravemente enfermos o al borde del agotamiento.
Varios prisioneros llegaron ya muertos a Terezln y muchas personas más fallecieron poco después de su arribo.
Los recién llegados produjeron una epidemia de fiebre tifoidea que se cobró la vida de centenares de personas, aún varias semanas después de su liberación, lo que complicó la repatriación de los antiguos prisioneros.
Terezin no fue solamente un lugar de sufrimiento, sino también de valentía, sacrificio y lucha permanente por salvar a aquellos que debían convertirse en victimas del Holocausto.
Sus principales protagonistas fueron, por ejemplo, médicos y personal sanitario, profesores y educadores, personal administrativo, así como todos aquellos que, con inmenso sacrificio, trabajaron para garantizar el funcionamiento del campo de Terezin, que se mantenía permanentemente saturado.
A ellos se suman también líderes espirituales, científicos y artistas, que, en condiciones sumamente difíciles, alentaron a sus compañeros de prisión, entregándoles sus conocimientos, así como la fuerza y la fe necesarias para sobrevivir.
Sin embargo, la heroicidad de esas personas no puede cambiar el hecho de no haber podido detener más y más transportes que partían de Terezin con destino a los campos de exterminio en el Este, principalmente a las cámaras de gas de Auschwitz-Birkenau.
De los mas de 87 mil prisioneros que partieron en esos transportes, ni siquiera 4 mil sobrevivieron a la guerra.
Entre las víctimas figuraban miles de niños, que dejaron solamente dibujos, los que se han convertido para el mundo en un símbolo de la monstruosidad del proceso de “Solución Final” y una advertencia para las generaciones de posguerra.
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