11 frases y un par de relatos de la sabiduría judía sobre la amistad
Dos son mejor que uno, porque obtienen más recompensa de su esfuerzo. Porque si caen, hay uno que levantará a su compañero; pero ay del que está solo cuando cae, porque no tendrá a nadie que lo ayude a levantarse (Eclesiastes 4:9) El ser humano necesita amigos durante toda su vida (Maimonides, Guía de los Perplejos, 3:49) Aprendí mucho de mis maestros, pero más de mis amigos (Talmud Bavli, Taanit 7a) Ven y aprende – ¿Cuál es el recto camino al que debemos adherir? Un buen amigo (Pirkei Avot, 2:13) Distanciate de un mal vecino, y no seas amigo de un malvado (Pikrei Avot, 1:7) No te hagas amigo de gente violenta, ni te juntes con los iracundos. No sea que aprendas sus maneras, y tu alma caiga en la trampa (Proverbios, 22:24-25) Cuando un amor depende de algo, cuando ese algo desaparece, también lo hace el amor. [Un amor] que no depende de nada, nunca perecerá. Cuál es un ejemplo de un amoar que depende de algo? El de Amnon y Tamar. Y de un amor que no depende de nada? Ese es el amor entre David y Jonathan ( Pirkei Avot 5:16) La amistad verdadera solo es posible cuando alguien se eleva a las alturas de una existencia abierta, en la que es capaz de plegaria y comunicación. Esa vida lleva a la plenitud de la personalidad (Rabi Joseph Soloveitchik, Out of the Whirlwind, 154) Dame un amigo o dame la muerte (Talmud Bavli, Taanit 23a) Un amigo es quien puede ver nuestros defectos y nos quiere lo suficiente como para hablarnos de ellos (Rabi Dovid Rosenfeld, comentario al Mishne Tora, Ley 7(b) sobre “Los verdaderos amigos”) Conocer las necesidades de alguien y soportar el peso de su dolor: ese es el verdadero amor entre los amigos (Rabi Moshe Leib de Sassov, publicado por Martin Buber en “Cuentos jasídicos: los maestros continuadores”, Editorial Paidós)
El tercer amigo
Había una vez dos amigos cercanos que habían sido separados por la guerra en dos reinos diferentes. Una vez uno de ellos fue a visitar a su amigo, y porque venía de la ciudad enemiga, fue encarcelado y sentenciado a ser ejecutado como espía. Como ninguna petición de clemencia lo salvaría, solo hizo al monarca una petición: “Su Majestad”, dijo, “déjame tener solo un mes para regresar a mi tierra y poner en orden mis asuntos, para que las necesidades de mi familia sean atendidas después de mi muerte. Al terminar el mes, volveré para que se cumpla la sentencia”. “¿Cómo puedo creer en que volverás?”, respondió el rey. “¿Qué garantía puedes ofrecer?” “Mi amigo será mi garantía”, dijo el hombre. “Pagará por mi vida con la suya si no regreso”. El rey llamó al amigo del hombre, y para su sorpresa, el amigo estuvo de acuerdo con las condiciones. El último día del mes, el sol ya se estaba poniendo y el hombre aún no había regresado. El rey ordenó matar a su amigo en su lugar. Cuando la espada estaba por caer, el hombre regresó y rápidamente colocó la espada sobre su propio cuello. Pero su amigo lo detuvo. “Déjame morir por ti”, suplicó. El rey estaba profundamente conmovido. Ordenó que se retirara el verdugo y perdonó a los dos. “Dado que hay tanto amor y amistad entre ustedes dos”, dijo, “les ruego que me dejen unirme a ustedes como un tercero”. Y desde ese día en adelante se convirtieron en los compañeros del rey. Y fue en este espíritu que nuestros sabios, de bendita memoria, dijeron: “Consíguete un compañero” [Mishna Avot 1:6] La Torá dice: “No te vengarás ni guardarás rencor. Ama a tu prójimo como a ti mismo. Yo soy Dios” (Levítico 19:18) Es por eso que el versículo “Ama a tu prójimo” concluye con “Yo soy Dios”. Porque la unidad y la amistad son tan valiosas que incluso Dios quiere ser parte de ella. Él quiere ser el tercer amigo.
De manera similar, el maestro jasídico Rabi Israel de Kozhnitz hace trascender la amistad más allá de la realidad humana. “Transformándose él mismo y a todo su cuerpo en un carruaje para la dvina presencia, adquirirá para sí un amigo al apegarse a Dios, y así Dios desciende sobre él y mora en su cuerpo entero” (13: Avodat Israel, Avot).
Solo nuestras relaciones perduran
Estaba sentado en la playa un día de verano, mirando a dos niños, un niño y una niña, jugando en la arena. Trabajaban arduamente construyendo un elaborado castillo de arena junto al agua, con puertas, torres, fosos y pasajes internos. Justo cuando casi habían terminado su proyecto, llegó una gran ola y la derribó, reduciéndola a un montón de arena mojada. Esperaba que los niños estallaran en lágrimas, devastados por lo que le había sucedido a su arduo trabajo. Pero me sorprendieron. En lugar de eso, se alejaron corriendo del agua, riendo y tomados de la mano, y se sentaron a construir otro castillo. Me di cuenta de que me habían enseñado una importante lección. Todas las cosas en nuestras vidas, todas las complicadas estructuras en cuya creación gastamos tanto tiempo y energía, están hechas de arena. Solo nuestras relaciones con las otras personas perduran. Tarde o temprano, la ola vendrá y derribará lo que hemos trabajado tan duro para construir. Cuando eso suceda, solo podrá seguir riendo quien tenga la mano de otra personar para sostener. Rabi Harold Kushner, “Cuando nada te basta”, Emece Editores