Sea o no Shavuot, en momentos en que la solidaridad es más necesaria que nunca, la lección de Ruth es de total actualidad…
Shavuot (Pentecostés) es una de las fiestas más importantes del calendario judío. Desde los tiempos del Talmud, es tradición leer el libro Ruth en el segundo día de la celebración.
Los motivos son varios: entrega de la Torá, tiempo de cosechas, genealogía davídica, conversión al judaísmo, etc.
Pero en estos tiempos que nos toca vivir, hay otros motivos que hacen su lectura más paradigmática y necesaria que nunca (y no solo por la pandemia).
El libro de Ruth
El libro de Rut forma parte de Ketuvim, la tercera de las tres partes en que se divide el Tanaj (la Biblia hebrea).
Si nunca lo has leído, o te lo has olvidado, aquí te presentamos un repaso:
Alrededor del año 1100 aec comienza, durante una hambruna, la peor recesión económica de los tiempos bíblicos. La ausencia de un liderazgo político centralizado y unificador obliga a los judíos a buscar alternativas para sobrevivir.
Una pareja israelita, Elimelej y Naomi, abandonan sus hogares para buscar sustento en la vecina nación de Moab. Después de establecerse allí, Elimelej muere, al igual que los dos hijos adultos de la pareja.
Mientras lloran las pérdidas de sus maridos, las viudas moabitas de los hijos, Rut y Orpah, deben buscar alguna manera de salvar lo que queda de su futuro.
Orpah decide permanecer en Moab. Pero Rut pronuncia palabras que se han vuelto inmortales, innumerables veces repetidas en la literatura y la música.
“A donde vayas, yo iré; y donde vivas, yo viviré: tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios mi Dios“.
Después de haber prometido lealtad a su suegra, la pareja viaja 50 millas hasta Bethlehem (Belén) -que significa literalmente la Casa del Pan- en Judea, donde las cosechas han comenzado a mejorar.
Al ver a la anteriormente acomodada Naomi regresar a la ciudad, sus antiguos vecinos no pueden creer lo que ven. Exclaman en voz alta, al ver a la viuda avejentada y desaliñada y a su desconocida compañera, “¿Es realmente Naomi?“
En un comentario desgarrador, Naomi responde que su nombre, que se traduce como “agradable”, debería cambiarse a Mara, o “amargo”, una descripción más adecuada de su estado emocional.
No debería sorprendernos, entonces, que nadie se apresure a ayudar a Naomi, dejando a Rut como el único sostén de la familia. La inmigrante recién llegada va a trabajar a los campos, recolectando el grano dejado allí por los terratenientes ricos, obligados a cuidar de los pobres según lo dicta la Torá.
Eventualmente, los esfuerzos de Ruth son recompensados. Se se encuentra en el campo de Booz, un pariente lejano de Naomi, y se casan. Su unión es la simiente de la restauración de Israel bajo la forma del Rey David.
El libro termina poco después de que Naomi reviva emocional y físicamente: la viuda que solo lloraba está ahora radiante de alegría, y abraza al bebé de Rut y Boaz como si fuera suyo.
Su nombre es Oved, o “trabajador”, una indicación de que todo lo que se cuenta en el libro sucedió debido al arduo trabajo de los seres humanos, y no necesariamente por la intervención milagrosa de Dios.
De hecho, el Todopoderoso rara vez se menciona en el libro; La historia de Rut es el drama doméstico más íntimo y a escala humana de la Biblia.
La lección de Rut y Naomi
En primer lugar, mucho antes de que aprendiéramos a aceptar a las familias no tradicionales como válidas y valiosas, Ruth y Naomi nos recuerdan que la familia viene en todas las formas y tamaños.
Son dos mujeres, viudas y pobres, que viven juntas en una sociedad patriarcal dominada por hombres ricos y nos recuerdan que permanecer juntas y ofrecer el apoyo mutuo que tan desesperadamente necesitamos puede, literalmente, salvar nuestras vidas.
En las últimas décadas, la ciencia ha “descubierto” que la soledad perjudica el juicio, aumenta el estrés, la depresión y las tasas de mortalidad, mientras que la amistad mejora la salud psicológica y física, incluida la capacidad del cuerpo para superar enfermedades cardíacas y virus. Aunque no podamos ver y hablar con amigos y vecinos, todavía están allí, esperando la oportunidad de reconectarse.
Pero Rut no es solo un modelo de familia, incluso en medio de la devastación. También es la encarnación de otra virtud, la de dar, que la ciencia ahora confirma que puede hacer mucho para impulsar el bienestar tanto emocional como físico.
Pequeños actos de bondad desinteresada como los de Rut sientan las bases para nuestra salvación individual y comunitaria.
Finalmente, Rut nos brinda otro motivo más para que releamos su historia a la luz de nuestro presente: si lo deseas, debes hacer algo para conseguirlo.
La autocompasión de Naomi, aunque comprensible, no la llevó a ninguna parte. La resistencia de Ruth, por otro lado, les dio a ambas mujeres el final feliz que tanto merecían.
La nuestra es una cultura rápida para asignar culpas y reclamar el manto de la víctima; Rut nos enseña a renunciar a esos tentadores sentimientos por la virtud más dura pero, en última instancia, más efectiva de nunca rendirse.
También hay una lección teológica: complacid@ con la personalidad que muestra esta inmigrante empobrecida, Dios le da no solo un esposo y un hijo, sino por sobre todo el privilegio de convertirse en la madre de la familia más ilustre del judaísmo, la que, según nos dicen, eventualmente traerá al Mesías.
La moraleja de la historia es clara: trabaja duro, cree en ti mism@, sé fiel a tu prójimo, encuentra una familia cuando eso sea posible y lograrás la redención, no solo para ti sino, algún día, para el mundo entero.