El amor y el sexo no son tabú en el judaísmo, ni aún en relación al día más sagrado del año, Iom Kipur…
Tu B’Av es, en la tradición judía, la fiesta del amor, y por eso muchos la conocen como el “San Valentín” judío. La festividad se origina en la costumbre relatada en la Mishná (Taanit 4:8), según la cual las doncellas de Jerusalén ese día iban vestidas de blando a bailar a los viñedos, y los hombres solteros salían allí a su encuentro.
Pero el relato de la Mishná no termina ahí: dice que las doncellas bailaban en los viñedos no solo en Tu B’Av, sino también… ¡en Iom Kipur!
Es una costumbre que ya nadie recuerda, quizás debido a la asociación del Día del Perdón con tradiciones asociadas a la expiación: el ayuno, la penitencia y -en tiempos antiguos- los deberes sacerdotales en el Templo.
Sin embargo, la Mishná implica que el baile de las doncellas no era menos trascendental que el resto de los eventos del día, ya que dice que “nunca hubo festividades más alegres en Israel que … Iom Kipur“.
La pregunta es obligada: ¿cuál era el secreto del baile? ¿Y por qué expresa, más que todas las otras costumbres de Iom Kipur, la alegría especial de ese día (alegría que hoy en día se nos escapa)?
Iom Kipur es el único día del año en que se le permitía a un ser humano (el Sumo Sacerdote) entrar al Kodesh haKodashim (Sanctasanctórum o Santo de los Santos), la parte más sagrada del Templo.
En su centro estaba estaba el Arca de la Alianza, coronada por dos querubines. En Iom Kipur la Presencia Divina, según la tradición, se revelaba en una nube que se ubicaba entre ellos.
El Talmud nos dice que los querubines tenían la forma de un hombre y una mujer en un abrazo perpetuo, para equiparar el amor entre Dios y el pueblo judío al vínculo íntimo entre el hombre y la mujer (Yoma 54a).
Lo que también podría ser leído, como veremos, en sentido inverso: el amor entre hombre y mujer como equiparable al amor entre el ser humano y D’s.
La entrada del sumo Sacerdote, que representaba a toda la nación, en el Kodesh haKodashim, se compara con la unión íntima de dos amantes.
Esta comparación nace una interpretación del Cantar de los Cantares, que pone en paralelo la relación entre Dios y su pueblo con la relación amorosa entre un hombre y una mujer. El relato de la costumbre de bailar en los viñedos contiene muchas alusiones al Cantar de los Cantares, principalmente en la descripción de las mujeres como “doncellas de Jerusalén”, un término que aparece en ese libro siete veces.
La ubicación del baile, los viñedos, también se menciona muchas veces en el Cantar de los Cantares. Además, tanto allí (5:15) como en la Mishná, los potenciales amantes son llamados bajurim (“muchachos” u “hombres jóvenes”). Amor divino y amor humano
Según la Kabalá, cualquier acción humana en el plano terrenal desencadena una acción paralela arriba, en el reino divino. Así como uno puede ser tanto el amante del Shabat como el que despierta el amor de Dios por el Shabat, las doncellas también pueden representar a la novia y al mismo tiempo el amor de Dios por el pueblo judío.
La danza nos muestra no solo que las mujeres participaban activamente en el ritual del Templo, sino que el pueblo judío es representado como la parte femenina en la relación con Dios, tal como en el Cantar de los Cantares.
Según la Kabalá, esa imagen del pueblo judío como mujer está detrás del hecho de que el calendario judío se base en la luna, un símbolo femenino, en lugar del sol masculino.
En otras palabras: cuando está frente a Dios, una persona judía se torna femenina. Como nos dice la Mishná, las doncellas también bailan con un propósito más mundano: encontrar pareja. La intimidad y el amor expresados en su danza son inherentes entonces a dos planos entrelazados: la relación entre Dios e Israel y la relación entre mujer y hombre.
El Cantar de los Cantares nos enseña acerca de nuestra relación con el mundo superior, de la divinidad, sino también con este, el terrenal y humano.
Rabi Akiva, que llama al Cantar de los Cantares “Kodesh haKodashim” (Mishna Yadayim 3: 5), dice: “Cuando el esposo y la esposa son dignos, la Shejiná (la Presencia Divina) permanece con ellos” (Sota 17a).
La relación entre el hombre y la mujer no es simplemente una metáfora de la relación entre Dios y la humanidad: el encuentro con Dios se logra a través de las relaciones interpersonales, comenzando por la relación amorosa en la pareja,
De vuelta a Iom Kipur
El Talmud (Ketubot 62b), al discutir el mandamiento de onah (el requerimiento de que un hombre tenga relaciones con su esposa), menciona a Rabí Reĥumi, quien aparentemente no habría sido muy afecto a cumplir con ese mandamiento, porque “volvía a casa una sola vez al año, en la víspera de Iom Kipur”.
El contexto de la historia implica que solo tenía relaciones con su esposa en ese día.
Así como hay un mandamiento especial para comer en la víspera de Iom Kipur, también parece que, según el rabino Reĥumi (cuyo nombre significa “amor” en arameo), tiene un valor especial la unión entre el hombre y la mujer en las horas previas a Iom Kipur, aunque las relaciones íntimas estén prohibidas en ese día. Así que ya sabes…
Israel, hoy en día
2000 años después, la costumbre de Iom Kipur relatada en la Mishná vuelve a la vida en Israel, aggiornada y con nuevos formatos. En todo Israel, es tradición que la gente se reúna en las calles después del servicio nocturno de Yom Kippur, Kol Nidre. Siguiendo la tradición, muchos visten de blanco de pies a cabeza. Los israelíes de todas las edades charlan, disfrutan de la tranquilidad de una noche en la que hay poco o nada de tráfico y, si son jóvenes o solter@s, coquetean.
Es una costumbre especialmente apreciada entre los adolescentes israelíes. A pesar del carácter austero de Iom Kipur, muchos reviven sin saberlo la costumbre mishnaica, y esperan el día más sagrado del judaísmo como una oportunidad para el romance.
¿Y qué otra cosa podría esperarse?: todos están bien vestidos y arreglados, y hacen gala de su mejor comportamiento. No hay adultos cerca, ¡y no hay otro lugar para estar ni nada mejor que hacer!