Origen y desarrollo de Yom Kippur, el Día del Perdón
La Biblia establece los parámetros para la mayoría de las celebraciones festivas judías. Sin embargo, dado que el judaísmo ve la Biblia en gran parte a través de la lente de los sabios y rabinos de la época talmúdica en adelante, es importante es importante considerar la evolución de las festividades y sus prácticas a lo largo del tiempo-
Yom Kipur se menciona tres veces en la Biblia. En dos lugares, Levítico 23:27 y Números 29: 7, está incluida en la lista de todos los demás días festivos.
En Levítico 16:29 dice que cada israelita debe observar un día sagrado en el que practicar la abnegación y no hacer ningún trabajo. “Practicar la abnegación” significa principalmente ayuno.
En este día se ayuna desde la puesta del sol, que marca el comienzo de la festividad, hasta la siguiente noche. La Torá continúa ordenando que cada persona lleve ofrendas sacrificiales a modo de expiación.
La Torá es bastante escasa en explicaciones sobre las razones para observar este día festivo No hay nada en la Torá que haga alusión a que este sera el día más importante del año, o sobre el arrepentimiento, porque estas ideas se desarrollaron más tarde.
Lo que la Torá ofrece es una extensa descripción del ritual del Templo realizado en Iom Kipur por lo sacerdotes.
En Levítico 16, la Torá describe la obligación sacerdotal de purificar el Templo. El sumo sacerdote se ponía vestimentas de lino blanco hechas especialmente para la ocasión, y se limpiaba con agua antes de comenzar el ritual de purificación.
El texto describe luego el inusual ritual de Yom Kippur. El sumo sacerdote tomaba dos machos cabríos y los colocaba cerca del altar divino. Uno era elegido al azar como sacrificio para Dios, mientras que el otro era fue elegido como sacrificio para Azazel.
¿Quién o qué era Azazel? es una pregunta que críticos y comentaristas bíblicos se han hecho durante siglos. La siguiente parte del ritual podría proporcionar alguna pista sobre este misterio.
Después del sacrificio de la cabra para Dios, se traía a la destinada a Azazel:
“Y pondrá Aarón sus dos manos sobre la cabeza del macho cabrío vivo, y confesará sobre él todas las iniquidades de los hijos de Israel, todas sus rebeliones y todos sus pecados, poniéndolos así sobre la cabeza del macho cabrío, y lo enviará al desierto por mano de un hombre destinado para esto” (Levítico 16:21).
Una bien conocida traducción inglesa de la Biblia del siglo XVI llama “chivo expiatorio” al macho cabrío que llevaba los pecados de Israel al desierto.
El chivo expiatorio era, por lo tanto, la cabra destinada a Azazel, enviada a vagar por el desierto.
Por lo general, hay dos teorías sobre la identidad de Azazel. Por un lado, podría ser una especie de demonio al que hay que apaciguar en Iom Kipur mediante la cabra.
La otra, más simbólica y tardía, dice que Azazel representa el deseo de alejarse de la inclinación a hacer el mal y de que esa inclinación se pierda en el desierto.
En Yom Kipur, el Sumo Sacerdote realizaba también otros sacrificios inusuales. Primero sacrificaba un toro para expiación suya y de su casa. Luego sacrificaba un macho cabrío a Dios para hacer expiación por el pueblo.
Luego purificaba purificado el santuario mismo Este rito era el único en el que Aarón entraba en el “Santo de los Santos” con sangre del sacrificio.
El “Santo de los Santos” era considerado el lugar en donde la presencia de Dios residía en el templo. El sacerdote entraba en él con temor, con miedo de que estar tan cerca de Dios pudiera matarlo: la Torá deja en claro que una persona no puede ver el rostro de Dios y vivir.
Aunque hace milenios que los judíos no realizan sacrificios ni tienen sacerdotes, todavía existe la sensación de que en Iom Kipur entramos en el “Santo de los Santos”, porque en ese día venimos lo más cerca posible de Dios.
Y tal como temía el sumo sacerdote por su vida al entrar en el santuario, los judíos dicen desde entonces que se entra a Yom Kippur temblando en presencia del poder de Dios.
Isaías 58
Una de las más potentes alusiones a Yom Kipur es la del profeta Isaías, quien aborda las obligaciones de los judíos durante los días de ayuno (Isaías 58), por lo que es costumbre en las sinagogas leer este capítulo en ese día.
“Dicen: “¿Por qué ayunamos y no hiciste caso, humillamos nuestras almas y no te diste por entendido?”
He aquí que en el día de vuestro ayuno, buscáis vuestro propio interés y oprimís a todos vuestros trabajadores.
He aquí que para contiendas y debates ayunáis, y para herir con el puño inicuamente; no ayunéis como lo hacéis hoy,
para que vuestra voz sea oída en lo alto.
¿Es éste el ayuno que yo escogí: que de día aflija el hombre su alma, que incline su cabeza como un junco y haga cama de telas ásperas y de ceniza?
¿Llamaréis a esto ayuno y día agradable a D’s?
El ayuno que yo escogí, ¿no es más bien desatar las ligaduras de impiedad, soltar las cargas de opresión, dejar ir libres a los quebrantados y romper todo yugo?
¿No es que compartas tu pan con el hambriento, que a los pobres errantes albergues en casa, que cuando veas al desnudo lo cubras y que no te escondas de tu hermano?
Entonces nacerá tu luz como el alba y tu sanidad se dejará ver en seguida; tu justicia irá delante de ti y la gloria de D’s será tu retaguardia.
Entonces invocarás, y te oirá D’s; clamarás, y dirá él: “¡Heme aquí!
Si quitas de en medio de ti el yugo, el dedo amenazador y el hablar vanidad” (Isaías 58:3-9)
Isaías brinda un mensaje poderoso sobre el significado de Iom Kipur, El profeta entiende que las prácticas ascéticas como el ayuno a menudo nos llevan a una especie de narcisismo. Nos embriagamos con el sentido de que somos excepcionalmente santos por sacrificar algo como la comida durante un día.
El ayuno de Yom Kippur, sin embargo, no se realiza para que podamos sentirnos puros; sino que más bien debe recordarnos a quienes necesitan alimentos y refugio.
Yom Kipur nos llama no solo a ser humildes, sino a que esa humildad ilumine a todos los que necesitan ayuda.
El Día del Perdón en el Templo de Jerusalem
La Mishná, la tradición oral incorporada posteriormente en el Talmud, describe en detalle el servicio del Templo de Jerusalén que tenía lugar en Iom Kipur.
El Sumo Sacerdote comenzaba a prepararse para Yom Kippur con una semana de antelación, y era él quien conducía todos los sacrificios durante esa semana.
La noche anterior a Yom Kipur era atendido por otros sacerdotes, quienes se aseguraban de que no se durmiera: permanecía despierto toda la noche para que no pasara nada durante el sueño que pudiera volverlo ritualmente impuro.
El día de Iom Kipur, entraba en el Santo de los Santos, donde pronunciaba el nombre secreto de Dios.
Al oírle decirlo, todos los que estaban congregados afuera del Santo de los Santos caían postrados al suelo y exclamaban “Alabado sea el nombre de Dios para siempre” (Míshnah Yoma 6: 2). Esas palabras forman ahora parte del Shemá, la profesión de fe central del judaísmo.
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