El etrog, una fruta similar al limón, es el gran símbolo de Sucot (la “fiesta de las cabañas”). Pero según un nuevo libro, en la época bíblica se usaba cualquier fruta de temporada, como granadas, uvas, dátiles e higos…
En su reciente libro “Etrog“, David Z. Moster afirma que no fue sino hasta el período del Segundo Templo que los judíos comenzaron a usar el etrog (cidro o citrón) en las celebraciones de Sucot (“fiesta de las cabañas” o “de los tabernáculos”)..
En Levítico 23:40, Dios ordena que en el primer día de la festividad los judíos “tomen ‘peri etz hadar‘ (el fruto de los mejores árboles), ramos de palmeras, ramas de árboles frondosos y sauces de los arroyos”.
Las tres últimas se refieres al lulav (hoja de palmera), hadás (mirto) y aravá (hoja de sauce llorón). Pero el significado de “el fruto (o producto) de los mejores árboles” es menos claro: la frase ‘peri etz hadar‘ se ha traducido o interpretado de diversas maneras a lo largo del tiempo.
Para Moster, debe interpretarse como “frutos bellos (de árboles)”.
Por lo tanto, en la época bíblica los judíos usaban para celebrar Sucot cualquier fruto que tuvieran disponible. De hecho, hasta hoy en día los samaritanos usan una gran variedad de coloridas frutas en la elaboración de sus “sucás“, bastante diferentes de las habituales, y el etrog no juega un papel central.
Sin embargo, las cosas cambiaron durante el período del Segundo Templo cuando se introdujo una nueva fruta en la Tierra de Israel: el etrog (cidro o citrón).
La fruta se originó en China, donde no parece haber sido muy popular. Finalmente, llegó desde el este de Asia a la India, donde se utilizó como un remedio para problemas gastrointestinales (de ahí su nombre en latín, Citrus medica) y apareció en la iconografía como un símbolo de fertilidad.
Desde allí viajó a Irán, cuando el Imperio Persa conquistó el noroeste de la India alrededor del año 518 aec.
Cuando la Tierra de Israel quedó bajo control persa en el 539 a.e.c., el etrog se extendió también por allí. Fue una de las primeras frutas extranjeras en ingresar al país y rápidamente se hizo popular.
En algún momento durante el período del Segundo Templo, “el producto de los mejores árboles” comenzó a ser ampliamente identificado con el etrog.
Una vez que la fruta se asoció con la fiesta de Sucot, ganó un significado aún mayor como símbolo judío.
Durante los períodos romano y bizantino, se utilizó para decorar todo, desde tumbas funerarias y mosaicos de sinagogas hasta colgantes y lámpara.
Finalmente se convirtió en un símbolo de todos los frutos de la tierra, e incluso del judaísmo y del pueblo judío en su conjunto (una especie de “estrella de David” antes de la estrella de David).
Y lo sigue siendo o, al menos, de algunas personas (o de alguna parte de cada uno de nosotros): según la tradición, el etrog, que tiene aroma y sabor, representa a aquel que aúna estudio con buenas acciones.
Para la kabalá (la tradición mística judía), por su parte, representa a aquella parte nuestra que puede aspirar a la armonía y a la perfección, pero que para ello necesita de las otras partes “incompletas” (lulav: con sabor y sin aroma, hadás: con aroma y sin sabor, aravá: sin sabor ni aroma).