El séptimo día de Sucot es un día especial por derecho propio. Aquí te contamos por qué…
Sucot dura ocho días. Los primeros dos días se consideran festivos, mientras que los cinco días siguientes toman una cualidad híbrida, llamada “Jol Hamoed” (“Días del Medio”), no del todo festivos, y no del todo seculares.
La lectura de la Torá, por ejemplo, es más corta durante este período intermedio.
El séptimo día se denomina “Hoshaná Rabá”, que es considerado un día especial, pero no festivo. Traducido literalmente como la “Gran Redención”, toma su nombre a partir de las plegarias de Hoshaná (u “Hosanna”), que significa “Redención”.
Este día especial se asocia con una costumbre muy particular. Durante el servicio de Hoshaná Rabá, los congregantes usan las mismas cuatro plantas requeridas para la observancia de Sucot, el lulav (la hoja de palma unida al mirto y al sauce) y el etrog.
Con ellas juntas en una mano, los fieles caminan siete veces en círculos alrededor de la sinagoga (o de la bimá, desde donde se lee la Torá) mientras recitan las Hoshanot. Previamente, se retiran siete Sifrei Torá (rollos de la Torá) -o los que hayan si no se llega a siete- y se colocan sobre la bimá.
Luego se toman las ramas de sauce o “aravot” (pueden ser las del lulav u otras diferentes) atadas entre sí, se agitan y se golpean cinco veces contra el piso haciendo que algunas de las hojas se caigan, lo que simboliza la fragilidad humana: estamos destinados a sentirnos como el sauce, que, como la mayoría de los árboles, pierde sus hojas.
Pero, cuando Dios envía la lluvia, el árbol renueva sus fuerzas y le brotan nuevas hojas. Del mismo modo los seres humanos también “perdemos hojas”: nuestras fuerzas disminuyen, pero con fe en Dios podemos ser renovados.
En este sentido, se considera que este ritual es una recreación de la profecía de Hagai, que un 21 de Tishrei (es decir, en Hoshana Rabba) aseguró a los judíos que Dios finalmente redimiría a Israel y al Templo de Jerusalem (Hagai 2:1-9).
Esta costumbre de Hoshaná Rabá tiene también parentesco con el simbolismo de Iom Kipur. Debido a esta estrecha relación, las hojas que se pierden simbolizan el desprendimiento de nuestros pecados del año que pasó.
También hay un costado más místico en esta costumbre. Según la tradición judía, los ángeles entregan a Dios el juicio sellado en el día de Iom Kipur Kipur para su ejecución en el día de Hoshaná Rabá.
Dado que las aravot simbolizan la boca, al golpearla estamos orando para que la boca de los ángeles acusadores se cierre.
Este es también el motivo de otra costumbre: la noche anterior a Hoshaná Rabá se acostumbra a permanecer despierto y a recitar una selección de capítulos de la Torá, el Talmud y el Zohar. De esta manera, si Dios ve que el sentenciado se dedica al estudio y a la oración, se apiadará de él.