Respuesta a una de las dudas más frecuente sobre el “Día del Perdón”: ¿qué pasa con las faltas cometidas contra otras personas, contra el medio ambiente, etc.?
En el centro de Yom Kipur está la “teshuvá“. Este día nos conmina a que busquemos el perdón de otras personas, y luego de Dios, por todos los males que hayamos cometido el año anterior.
El judaísmo distingue entre las faltas cometidas contra Dios y las cometidas contra otras personas.
Los rabinos de la Mishná lo expresaron de esta manera: “En Iom Kipur se absuelven los errores que el hombre comete contra su Creador…Pero los errores que el hombre comete para con su prójimo, no se absuelven en Yom Kippur a menos que el trasgresor ofrezca una satisfacción a la víctima de su irresponsabilidad” (Mishná Iomá 8,9).
Esta idea es crucial en la observancia de Iom Kipur: si somos sinceros al arrepentirnos ante Dios, se concede la expiación por aquellos pecados relacionados con Él (por
ejemplo, no rezar, no observar los mandamientos rituales, etc.).
Pero con respecto a las personas a las que hemos agraviado, el judaísmo nos insta a acercarnos a esas personas y buscar su perdón directamente
de ellos.
Esto constituye una diferencia importante entre el judaísmo y el catolicismo. Según la doctrina católica, la absolución se otorga en el confesionario, a través del sacramento de la reconciliación.
En el judaísmo, en cambio, no hay confesión por los agravios cometidos contra otras personas. La absolución solo la puede dar la persona que ha sido agraviada.
La tradición judía sostiene que si la persona que ha sido herida se niega a perdonar, el que busca el perdón tiene que regresar tres ve ces a pedirlo. La obligación de hacer teshuvá es en el judaísmo tan fuerte como la obligación de regresar a Dios.
Por eso es costumbre llamar a amigos y familiares en los días previos a Yom Kippur y pedir perdón por las ofensas cometidas durante el año, para que poder “entrar” a Yom Kipur libres para concentrarse en el arrepentimiento para con Dios.
El gran filósofo judío medieval Moisés Maimónides describió tres pasos en el arrepentimiento hacia los demás.
El primer paso es reconocer el mal cometido y reparar los daños causados.
El segundo paso es comprometerse a no repetir el error de nuevo.
El tercer paso es no cometer el mismo error de nuevo cuando nos enfrentemos al mismo conjunto de circunstancias.
Maimónides lo escribe así:
“¿Qué es el completo arrepentimiento? El arrepentimiento perfecto es cuando se le presenta al infractor la oportunidad de repetir la ofensa y se abstiene de cometerla por su arrepentimiento, y no por miedo o incapacidad física”.
Una famosa parábola rabínica nos dice que Dios creó a la teshuvá antes de crear al mundo.
En otras palabras, Dios sabía incluso antes de crear al mundo que la gente necesitaría una oportunidad para empezar de nuevo. Hay una gran empatía y una cabal comprensión veraz de la condición humana en esta parábola. En esencia, el arrepentimiento proporciona al alma oportunidad de reconocer los errores, mientras se tiene la esperanza de empezar de nuevo.
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