La historia judía rebosa de sabios rabinos, intelectuales y científicos. Pero también de una profunda religiosidad popular, que abarca cada aspecto de la vida. ¡Incluyendo a nuestras uñas!
La tradición judía tiene una extraña y antigua obsesión con las uñas. Tan antigua, de hecho, que se la hace remontar a los mismísimos Adán y Eva, de los que se decía que estaban originalmente cubiertos por una delgada “armadura” similar a una uña (en lugar de piel). La que desapareció de sus cuerpos luego de que la serpiente “metiera la cola”.
Las generaciones posteriores tomaron a este relato pos-bíblico como núcleo de la creencia de que la impureza vivía bajo las uñas, y fue el comienzo de una larga y esotérica tradición de supersticiones y creencias relacionadas con las uñas (con saludables consecuencias en lo que hace a higiene y prevención de enfermedades, claro está).
Quizás la costumbre más conocida sea el ritual semanal de mirarse las uñas -que en ocasiones se ha asociado con la brujería y la adivinación-, a la luz de la vela de la Havdalá (el ritual de finalización del shabat).
Pero las prácticas místicas relacionadas a las uñas tienen un alcance mucho más amplio.
Hay quienes evitan cortarse las uñas de los pies y las uñas el mismo día, o no se cortan las uñas por la noche, o en shabat.
Existe también la vieja creencia de que una mujer embarazada podría abortar si pisa uñas cortadas, por lo que hay quienes las entierran o las queman.
Y, además, existe una antigua costumbre (de los judíos ashkenazíes) de no cortar las uñas de forma secuencial. La primera mención de la misma parece estar en una obra llamada Majzor Vitry, escrita por el rabino Simja ben Shmuel de Vitry (que falleció en 1105).
Allí se dice que uno debe tener cuidado de no cortarse las uñas en orden, ya que eso podría ocasionar males como el olvido, la pobreza y la muerte prematura de los hijos.
¡El nombre en hebreo de esta costumbre significa algo así como… ¡”no sabemos el origen de esta costumbre”!
Para que el sincericidio no sea tan absoluto, hay quienes dicen que se trata en realidad de una regla mnemotécnica sobre el orden en que se deben cortar las uñas: se comienza con el dedo anular izquierdo y luego se van alternando los dedos (para no cortar las uñas de dos dedos contiguos).
En la mano derecha, se comienza con el dedo índice y se continúa de la misma manera.